Alguna vez, tratando de hacer una
breve historia de la violencia en la Argentina, trate de entender que la
pobreza es, posiblemente, el mayor ejemplo de violencia social que existe; y
cuando se intenta ocultar detrás de una supuesta lucha por los derechos sociales,
en aras de la supremacía de pobres sobre ricos, que nunca es tal, porque el
triunfo nunca llega, porque ocurre en un escenario en el que los ricos son más
ricos y los pobres son más pobres; Porque a partir de la inmoralidad de un
poder corrupto que vende la ilusión de una inclusión inexistente, solo puede
generarse un estado de violencia e intolerancia social, que necesariamente va a
desembarcar en un conflicto que, lejos de provocar una revolución social que cambie
todo un paradigma de poder socio económico, solo va a conseguir acentuar aún
más los privilegios de unos pocos, al mismo tiempo que provoca una sumersión
aun mayor de los desposeídos.
Cuando el ex ministro Kiciloff,
nos dijo que la edición del índice de pobreza era un dato estigmatizante, no
solo mostraba una voluntad de su gobierno de ocultar la realidad detrás de una
cortina de buenas noticias (que no eran tales) , sino un profundo desprecio por
la vida de aquellos que más sufren, negando la realidad, creyéndose su propia
mentira, para terminar escondiendo la cabeza como el avestruz, asi lo que no se
ve, no se siente, no se sabe, y lo que no se sabe y no se siente, no existe.
Pero, ¿a quién le servía ocultar
el índice de pobreza?, ¿Qué nos dice ese índice?; en primer lugar ocultar el índice
de pobreza sirve para que los actores sociales desconozcan cual es la verdadera
situación en la que se encuentra la población en general, y también permite
crear una ilusión de bienestar, porque en general se cree que en la existencia
de una supuesta prosperidad, esto porque además aquellas personas en situación de
pobreza, que perciben un subsidio no
se consideraron como desempleados, profundizando aún más la mentira de los índices.
En segundo lugar, esta mentira es
funcional al capitalismo mas exacerbado, que asi no necesita de ninguna acción políticamente
inconveniente para satisfacer su necesidad de un mercado laboral repleto de
pobres, sin educación, ni capacitación; puesto que al ocultarse la verdad, no es
necesario comprometer su nombre reclamando al gobierno mayores ajustes, ganándose la antipatía
de la ciudadanía, sobre todo porque el gobierno (cómplice) los hace y los oculta sin
mayores pudores, detrás de la no estigmatización estadística.
La segunda pregunta, tiene muchísimas
derivaciones, este índice no solo es un indicador económico que nos informa que
si alguien obtiene ingresos menores a una suma limite, es oficialmente pobre; y
de acuerdo a la cantidad de personas que pueden encontrarse en esa situación,
de acuerdo a un sector poblacional estudiado, se puede saber que el porcentaje
de pobreza es tal, con relación al total de la población.
Si fuera solo esto, el índice de
pobreza no es nada más que un dato económico agregado a todos los datos económicos
que se elaboran desde el INDEC, y nada más.
Pero no es así, el índice de pobreza, también nos
habla de nuestro funcionamiento como sociedad, nos dice que en la sociedad hay
una cantidad innumerable de gente, que son nuestros conciudadanos, que no
alcanzan con sus ingresos a acceder a los servicios y bienes a los cuales
muchos de nosotros podemos acceder sin mayores problemas.
Nos dice que seguramente esas
personas no pueden obtener una educación de calidad, o servicios de salud
adecuados a sus necesidades, o deben vivir en zonas donde los riesgos
sanitarios y de seguridad, serán seguramente los peores, o que tendrán los peores trabajos en las peores condiciones.
Nos habla de personas que
posiblemente no tengan una vivienda digna, abrigo, viviendo muchos en condiciones
de precariedad que muchos de nosotros jamás aceptaríamos como posibles.
Nos dice que su vida está
condicionada a la ayuda de otros, que necesitan del concurso de todos los
otros, porque su vulnerabilidad es tal que difícilmente puedan lograr mantener
un nivel de vida no adecuado, sino solamente aceptable.
Determinar el índice de Pobreza
puede ser estigmatizante, pero no para los pobres, debe ser estigmatizante para el
resto, para aquellos que nos podemos bañar dos veces por día (como dijo Ricardo
Darín), para los que podemos pagar el almuerzo sin mayor esfuerzo, para los que
tenemos la posibilidad de tener mejor salud, mejor educación, mejor transporte,
mejor seguridad.
Es estigmatizante para la dirigencia
política, que tiene la responsabilidad de crear las condiciones económicas
necesarias para que la pobreza no exista, que debe poner los límites razonables
al capitalismo para que la ganancia sea normal, que debe crear a condiciones
que permitan que la movilidad social ascendente sea una realidad.
Es estigmatizante para el poder político,
que debe ser el motor del desarrollo y la integración social, que es el que
debe administrar la redistribución de los recursos, y en cambio desarrolla
sistemas políticos orientados a la creación de relaciones de dependencia,
orientadas a crear una sistema clientelar, que está muy lejos de la tan
pregonada movilidad social ascendente.
Independientemente de esto, no
medir la pobreza nos habla de la insensibilidad de un poder político, al que
nada le importó, más que su egocentrismo, que gobernó mirando su propio
ombligo, que no tuvo más interés que tomar el gobierno como forma de asegurar
sus negocios y los de sus amigos, donde la amoralidad fue la característica. Que
ocultó la pobreza deliberadamente, no solo porque no quería ser culpado de
todas aquellas cosas terribles, que se derivan de la pobreza, sino porque
necesitaba ser funcionales a la forma más salvaje del capitalismo.
Esto es propio de aquellos
gobiernos de tinte autoritario, que creen que la sociedad debe estar sujeta a
sus caprichos y determinaciones, y que no tiene que rendir cuentas de sus
actos, como los gobernantes absolutos, investidos por derecho divino.
Eso si todo detrás de un falso discurso
progresista, mentiroso, en suma una versión moderna de aquel régimen Falaz y
descreído, que alguna vez el radicalismo combatió, levantando la bandera de los
desposeídos.
Carlos Eduardo Gowland
Carlos Eduardo Gowland