Algunos elegimos
sumarnos a la autoconvocatoria, destinada a reavivar la llama del radicalismo, recuperar su identidad, y
ponerlo otra vez en el lugar de preferencia de donde nunca debió haber salido.
Hay una
necesidad en la ciudadanía de renovar el espíritu de la república, de ser parte
de un país que nos incluya a todos y cada uno, que nos ponga a todo en lugar
que nuestra constitución nos propone, que la nación nos haga verdaderamente
iguales, social, jurídica y políticamente, que nuestros conciudadanos dejen de
ser rehenes de la política, y clientes de la dirigencia para recuperar la
identidad nacional que alguna vez nos hizo grandes.
EL futuro
de la UCR está plagado de incertidumbres y obstaculizado, por quienes han creído
que es válido conservar espacios, a fuerza de impedir que los hombres y mujeres
que conforman la Unión Cívica Radical, puedan ejercer, sin condicionamientos,
el derecho de legitimar a sus dirigentes utilizando el poder que les confiere
el derecho de elegir.
La
recuperación del radicalismo dependerá de la apertura que, necesariamente,
deberá darse, solamente por una cuestión de sentido común, si no se da esa
apertura, si no se puede elegir, la Unión Cívica Radical correrá serio riesgo
de desaparecer, o peor se convertirá en un grupo minúsculo de voluntades
personales sin sustento alguno.
No se trata
solo de cuestionar a tal o cual dirigente, sino de terminar con una conducta,
que lejos de fortalecer a la UCR, la ha debilitado en sus bases, y
deslegitimado en sus valores y principios.
En los últimos
años se ha popularizado en el partido radical una especie de filosofía, donde
se cree que la permanencia en los comités da derechos exclusivos para ser
conducción, eso es negar los mismos principios sobre los que se fundó la UCR,
la permanencia lo único que da es antigüedad, no derechos, al contrario genera
obligaciones, por sobre todas las cosas la obligación de ser abierto a las
nuevas propuestas y a los nuevos aires que nos lleguen.
Lo único
que nos da derechos es el principio de igualdad, la convicción con la que se
han profesado las ideas, el fundamento con el que se predica el credo radical,
pero eso solo no nos da el derecho de llamarnos radicales, sino también la
forma en que como radicales tendemos la mano al que se acerca y propone desde
sus convicciones nuevos aportes.
Pero esa
convicción de la predica es la que nos obliga a desenterrar las urnas,
escondidas detrás de una errónea idea de una legitimidad basada en la
permanencia, Siempre estuve y estoy convencido que ser radical, y ser dirigente
radical, entraña en sí mismo una actitud de renunciamiento permanente, donde se
debe estar dispuesto a someterse a la sanción de las urnas, y si los votantes
nos dan la espalda, saber retirarnos con el honor del deber cumplido.
Para
recuperar el partido es necesario que esa forma ética del radicalismo se vuelva
a poner en práctica, no hay radicalismo viable si esa forma de republicanismo
representativo no se practica en lo interno, y se proyecta hacia afuera, La Unión
Cívica Radical debe cumplir con esa premisa, para convertirse en la Estrella
del Sur que guíe a la ciudadanía, como al navegante, hacia el puerto seguro.
La Ciudadanía
nos ha sido esquiva, y sin embargo en muchos de sus reclamos están contenidos
los principios que el radicalismo enarboló, como banderas, desde su fundación.
Hoy la
ciudadanía pide transparencia, honestidad, decencia en el manejo de la cosa
pública, representatividad, respeto a la constitución y las leyes, independencia
de poderes, Justicia, federalismo real, libertad de expresión, solidaridad
social.
Todas
aquellas cosas que el radicalismo ha defendido desde siempre, pero sin embargo
no se nos elije para representar esas banderas, y en lugar de volver a los
principios por los cuales nos hicimos radicales, se nos intenta imponer, por un lado sumarse a la comparsa
gubernamental, y por el otro ser cola de ratón de una masa opositora de
impresentables, que han sido cómplices de aquellos que embozadamente
traicionaron al pueblo, y lo sumieron en la pobreza décadas atrás.
Para que la
Unión Cívica Radical vuelva a ser una opción deberá comenzarse por, alentar a
que los dirigentes pasen por el tamiz electoral interno, para luego someterse a
la voluntad popular; y entender que esta es una práctica saludable y necesaria,
porque desde allí siempre se sale fortalecido, tanto el que gana como el que
pierde, pero desde la convicción intima, entendiendo que La Unión Cívica
Radical es como La Nación, no es de nadie y es de todos, y todos tienen los
mismos derechos y obligaciones.
Por eso es
importante que discutamos de política, pero con una actitud de desprendimiento,
entendiendo que el oponente también discute desde una posición racional, y que
lo importante es que a partir de los argumentos se construyan los consensos,
que a partir del conflicto que implica el choque de opiniones surja la verdad
que nos conduzca hacia el destino que el radicalismo se merece, pero que ese
choque de opiniones nazca de una posición de auténtica convicción despojada de
intereses personales.
La
democracia es el mejor sistema de gobierno, pero puede y debe ser
perfeccionada, en dirección de una mayor y más efectiva representatividad de
los pueblos, y esa representatividad que se consigue desde una permanente
atención a la voz de los individuos que forman la trama social, interpretando
sus reclamos a las luz de las ideas, pero siempre representándolos y atendiendo
a sus necesidades sociales y políticas.
No hay
posibilidad de proponer gobernar el país, si los programas de gobierno no nacen
de oír la voz de la gente, por eso el
camino que debemos trazar debe ser auténticamente radical, enarbolando la idea
de una nueva forma de intransigencia, que nazca desde la necesidad popular de
ser representados autentica y legítimamente, de ser no solo destinatarios de
las decisiones, sino parte de ellas, en una forma de política que integre al
ciudadano al poder real, que haga sentir que él es tan responsable del destino
de su patria como sus dirigentes, y que fundamentalmente sepa que está siendo
representado cabalmente, con transparencia, sin ocultamientos, ni dobleces.
Hay dos
caminos para la política; uno es cerrar los oídos al pueblo, y ejercerla desde
el mesianismo y la imposición, propias de los gobiernos excluyentes y
elitistas, oligocráticos, o totalitarios, donde el pueblo está ausente de las
decisiones fundamentales y su participación solo se circunscribe tomar las migas de la mesa de los poderosos,
donde la inclusión es solamente un espejismo demagógico e inconsistente, y la
democracia real es una ilusión propia de la propagandística moderna.
La otra es
el compromiso de poner al hombre en el centro, ejercer el poder desde la
legitimidad, desde el consenso y la discusión democrática, donde el hombre sea
el eje, origen y destino de las decisiones políticas, donde la heterogeneidad
del pensamiento sea la clave para el desarrollo político y social, y el
elemento con el cual se reconstruya una forma de vida con identidad propia,
igualdad social, democrática, justa; donde las libertades públicas sean el
objeto a preservar de cualquier desviación de la política.
Los
privilegios de los sectores dominantes de la Argentina siguen intactos, han
cambiado los actores, pero el argumento sigue siendo el mismo, las
contradicciones se han profundizado, y detrás de un supuesto empoderamiento del
pueblo, se esconde una necesidad de cambiar a los viejos detentadores del poder
por otros nuevos, con las mismas ideas y las mismas intenciones.
Los modelos
políticos que se nos pretenden imponer, incluso por nuestra propia dirigencia,
no tienen nada que ver con la necesidad de hacer al ciudadano un real
protagonista de la política, sino al revés, de alejarlo lo más posible y
ponerlo en el lugar de un manso depositario de aquellos beneficios que se
distribuyen como dadivas.
Estamos en
un momento crucial para el radicalismo, porque se pone en juego la
participación, y la representatividad de los ciudadanos, en contra un proyecto de poder hegemónico, al que
no se combate con alianzas a contramano de las ideas, ni con arreglos
subterráneos con el poder, al proyecto hegemónico se lo combate desde la pureza de los
principios asumiendo el rol que la sociedad nos conceda, no importa si debemos volver
a ser los míticos 44 defensores, lo que importa es se mantengan los principios
que nos hicieron respetados como partido en todas las naciones de américa.
La opción
es que volvamos a ser radicales, levantando las banderas y sosteniendo la
lucha, nuestra causa es la causa de los desposeídos, nunca debimos abandonarla.
Debemos ser
sostenedores del más auténtico radicalismo, tal como lo dijo Yrigoyen: “Ser
radicales en todo y hasta el fin, levantando el espíritu por sobre el medio y
el ambiente”, que realmente valga la pena ser radical, de lo contrario la Unión
Cívica Radical se disolverá irremediablemente, como lo profetizo alguna vez
Leandro Além, y la lucha habrá sido en vano y estéril, la nación caminara hacia
otros rumbos y la felicidad de la patria será solo una quimera inalcanzable.
Es notable
como se acentuó el poder de las fuerzas antipopulares, la falta de una verdadera
promoción del hombre para alcanzar la igualdad social, se nota en el permanente
deterioro de la calidad educativa, detrás de aparentes planes de promoción social se esconde un profundo desprecio por el
ascenso social, para convertirlos en meros clientes de un sistema que no deja
de ser funcional a los sectores económicamente más poderosos que, para acumular
mayores riquezas necesitan de un mercado laboral poblado de hombres y mujeres
cuya pobreza e ignorancia los convierta en mano de obra barata.
El poder
económico nunca fue solidario con el ciudadano, en nuestro país,
particularmente desde la aparición del neo liberalismo, los grandes capitales,
han perseguido la meta de obtener más y mejores ganancias, a costa de la paz
social, buscando, y encontrando, en los gobiernos que se sucedieron a partir de
los noventa, cómplices económicos, y socios políticos, que sostuvieron esta
situación, desoyendo el constante reclamo social, escondiendo detrás de una
supuesta entrada en el mundo desarrollado, una decisión irrevocable de sumergir
socialmente a las mayorías, es así que los negocios productivos fueron
convertidos en grandes negocios financieros, donde la exclusión social es la
característica, el poder económico mundial centralizado provoco en los países
“emergentes”, situaciones de fragilidad social que lejos de emerger, sumergen a
las naciones en situaciones de caos social.
El gobierno
actual detrás de su fachada liberadora y distribucionista, con la complicidad
de parte de la oposición, y de algún sector nuestro partido en particular, ha
buscado reemplazar una clase dominante por otra, pero con iguales intenciones y
prácticas, su populismo exacerbado, no consigue mejorar en nada la situación
del pueblo, por el contrario, sus prácticas subsidiaristas y seudodistributivas,
en lo social, solo mantienen al pueblo adormecido, consecuencia de una promesa
de resurgimiento económico, que no es más que la zanahoria que persigue el
mulo, que nunca alcanzará, sino, por el contrario lo mantendrá sometido al designio
de los intereses económicos que manipulan a este gobierno.
La
movilidad social ascendente de la República Argentina, ha sido reemplazada por
una dinámica diferente, se pretende mejorar el ingreso, pero mantener el mismo
status social, lo que provoca situaciones de tensión, debido a que los
ciudadanos pueden obtener un mayor bienestar, pero condicionándole el acceso a
servicios de mejor calidad, limitando su posible promoción, y de esa forma
ejercer una forma de control social, que mantenga al hombre dependiente de un
esquema de poder político que no hace más que condicionar su desarrollo.
Todo esto
se ve reflejado en la calidad de los servicios educativos, desde la formación
de los docentes hasta el estado de los establecimientos, y su distribución, la
calidad y disponibilidad de las prestaciones de salud, la disponibilidad de los
servicios públicos esenciales, transporte, infraestructura urbana, etc.
Como
decíamos antes, el momento ha cambiado pero el drama sigue siendo el mismo, del
unicato de fines del siglo 19, a la escena actual solo han cambiado los
actores, el argumento sigue, es igual, el de 1890 buscaba consolidar
definitivamente un esquema de poder oligárquico y omnipotente que perdurara en
el tiempo y consolidara los privilegios que habían conseguido; hoy en cambio, bajo el disfraz de lo popular, oculta la
verdadera intención de reemplazar la vieja oligarquía, por otra, posiblemente más
aceptable popularmente, pero igualmente falaz y descreída, y como en aquel
momento, hoy el gobierno busca que los amigos del régimen acumulen poder y
riqueza a la sombra de sus bondades y beneficios, mientras tanto el pueblo solo
puede acceder, como siempre, a las migajas que caen de la mesa de los nuevos poderosos.
Estamos
lejos de un despertar de la ciudadanía, porque todavía, los males se demoran en
manifestarse, pero sin lugar a dudas, esto ocurrirá, tarde o temprano, los
hombres y mujeres sumergidos por años de años, sojuzgados por los feudos
provincianos, postergados por la naturaleza propia de esta forma de hacer
negocios, abandonados a su suerte, sin sustento, sin protección, sin justicia,
se deben levantar y exigir que los profetas del anti pueblo desaparezcan de la
escena; pero esta vez no será sin pena, es necesario que la justicia, que se le
ha negado sistemáticamente al ciudadano, haga sentir su peso sobre los
responsables, que no quede crimen sin castigo, y que ese castigo sea aún mayor
para aquellos que se aprovecharon de la riqueza de la patria y de sus hombres,
anteponiendo sus intereses personales al objetivo colectivo de la Nación.
Tal es así,
que a los antiguos escándalos del régimen, se le han sumado otros nuevos, y
continúa la obra, sin solución de continuidad, sin freno, sin pudor y sin moral
de ninguna especie.
Ante este
estado de cosas la dirigencia de Unión Cívica Radical se ha mantenido casi
ausente, dando la espalda a la ciudadanía, cuyos sectores medios y bajos no
encuentran en la UCR, otrora el mejor intérprete de sus necesidades y anhelos,
a un interlocutor válido, sino a una organización apática, sin rumbo, sin
convicciones ni banderas, rendida al culto de la realidad y el pragmatismo sin
ideología, efectista y vana.
La UCR fue
llamada cumplir con la reparación política y social, de un régimen consolidado
en el país, que mantuvo a la ciudadanía esclava de sus ambiciones, y excluida
de los beneficios, y la uso como justificación de sus negocios, aquel régimen
infame, derrotado por Irigoyen, volvió
en los recurrentemente, con distintos nombres y en distintas décadas, y hoy se
reinstala en un gobierno que pesar de su
imagen, esconde en su interior el bacilo de la oligocracia, el nepotismo y la
plutocracia, prácticas que son en definitiva una forma de tiranía escondida
detrás de un democracia solo formal.
Los
principios que nos llevaron a ser Radicales se mantienen hoy en absoluta
vigencia, la necesidad de derrotar la contradicción es cada vez más acuciante,
es entonces que debemos recuperar para la Unión Cívica Radical, la mística
revolucionaria con la que nació, su visión de democracia y libertad, su idea de
Justicia Social, su visión de una sociedad basada en la solidaridad como el elemento
de cohesión entre sus miembros, donde la igualdad y fraternidad sean el común
denominador entre los ciudadanos.
La aventura
del pragmatismo político debe llegar su
fin, la estrategia debe ser superada por la reafirmación ideológica, no estamos
frente a un escenario donde es posible colonizar el poder, en base acuerdos espurios, para después cumplir
nuestros objetivos.
Debemos
conquistarlo, en base a nuestras convicciones, nuestros principios
doctrinarios, en un escenario donde las ideas sean más fuertes que las
tentaciones del poder, donde seamos verdaderos intérpretes de la ciudadanía,
que seducida por nuestra acción política nos acompañe en el ejercicio de una
forma de gobierno amplio y participativo, para construir finalmente la
republica que soñamos.
En esta
cruzada que iniciamos, estamos más allá de la interna mezquina, nuestro
objetivo es y será recuperar y sostener aquellos valores que nos convirtieron
en el partido político más antiguo y grande de la historia Argentina, para
beneficio de nuestros conciudadanos para que podamos afirmar que la felicidad
de la patria no es la entelequia de nuestra imaginación, sino la realidad de
nuestra acción política.
Muchos
dirigentes creyeron, desde siempre, que brindando algún tipo de estabilidad
económica a la gente y aliviando, un poco, su situación social, era suficiente para que
los verdaderos problemas de nuestro país, quedaran sumergidos bajo una supuesta
ola de bienestar, que termina por no ser tal. Sino que, a lo único que
contribuye, es a lograr que se produzca una nueva espiral de pobreza originada
en los ajustes que irremediablemente llegarán, porque los niveles de
despilfarro han sido tales, que en algún momento se deben terminar para
estabilizar las cuentas públicas.
Esto no
hace más que desnudar el verdadero carácter del nuevo régimen, los subsidios,
los planes sociales, las asignaciones familiares, que son los métodos ms
efectivos de redistribución, debían estar acompañados de un proceso destinado
al lograr la promoción social de los sectores ms desposeídos, donde se hiciera hincapié
en dar educación y preparación para que les permitiese reinsertarse
laboralmente, dentro del sistema productivo, que necesariamente absorberá
aquella mano de obra más capacitada, y mejor entrenada, pero con lo que se ha
hecho las dos generaciones excluidas durante la década de los 90, seguirán
igualmente sumergidas y condicionadas.
Es hora de
cambiar, de modificar este estado de cosas, pero un cambio de nombre, o la aparición
de un nuevo mesías no va a modificar nada, lo que necesitamos es un verdadera renovación,
que ponga al ciudadano en el centro, que proponga un dirección ética, y que
fundamentalmente, instale una nueva conducta social en la república, donde el
respeto por el otro, la tolerancia, la solidaridad social, y la moral pública,
sean el distintivo de un nueva sociedad.