La democracia es un sistema que
solo puede afirmarse en una sociedad cuando es parte de una construcción común,
solo puede haber democracia cuando existe en la base social un verdadero
compromiso democrático, la sociedad establece como parte de la propiedad de
cada individuo el derecho de decidir y de ser consecuente con su decisión, y
por esas cosas del republicanismo de elegir y ser elegido.
Vaya novedad, diría cualquiera,
pero parece que esto siempre es una novedad y que hay que decirlo permanentemente,
porque los dirigentes pareciera que creen que “la democracia solo es posible
cuando es dirigida por un cenáculo iluminado de personas altamente preparadas
para ejercer el mando del país”.
El problema es que cuando el
cenáculo altamente preparado para dirigir bla.., bla.., bla.., no solo, no esta
tan preparado, sino que además, no participa de la misma convicción intima del
ser democrático, es decir solo espera que democrático sea el otro, que está
(por supuesto) equivocado, malamente equivocado, salvajemente equivocado,
neciamente equivocado, etc., pero siempre equivocado; lo que por consecuencia
implica que la verdad es de él, y de nadie más, y por supuesto puede pararse
frente al pulpito haciendo campaña con el dinero que todos le aportamos y decirnos
como es que nos va a solucionar nuestros problemas, en tanto y en cuanto lo
elijamos solo a él.
No hay hasta aquí problemas por
cuanto todo esto es parte de la lucha política, que es por sobre todo la lucha
por el poder, el problema es cuando el/los miembros del cenáculo de elegidos
creen que, como el democrático debe ser el otro no es necesario someterse a la
posibilidad de elección, por que como uno es democrático, no es necesario
probar de la fuente de la democracia.
Parece un intríngulis, ser democrático
es un derecho y una obligación de todos, pero para algunos parece que solo es
un derecho que no conlleva obligación alguna.
Pero toda esta introducción
pesada y perogrullesca, viene a cuento de otras cosas que resultan altamente
llamativas, como los problemas endémicos que arrastra nuestra sociedad, y que
algunos medios, parece que han descubierto hace unas semanas, y solo porque
estamos ante un escenario electoral que parece propicio para cargar al gobierno
de culpas, las propias y las que arrastramos como sociedad desde hace unos 203
años de vida libre, y unos pocos menos de independiente.
El Ingeniero Mario Jaraz,
dirigente radical chaqueño, hizo hace unos pocos días una observación seria y
un severo análisis de las cuestiones que hacen a que estos problemas endémicos
continúen, a lo largo del tiempo. En una parte de su comentario dice
textualmente: “…resulta imprescindible
re-elaborar, re-fundar y re-diseñar nuestro sistema educativo, sus contenidos,
sus formas y sus métodos. Plantear cuales son los verdaderos objetivos y que es
lo que pretendemos obtener de ellos. Dejar de olvidar que para que la educación
tenga éxito es preciso que exista salud, que para que exista salud es
imprescindible de que todos y cada uno tenga sus necesidades básicas cumplidas
y con calidad, que...estoy escribiendo sobre utopías, me había olvidado de que
en nuestro país existen indigentes, gente que no tiene vivienda propia, no
puede acceder a la educación, tiene mala salud producto de la falta de los
elementos precisos que aseguren un buen nacer y crecer, es decir faltan
elementos básicos y elementales que no deberían faltar en ninguna sociedad que
tenga interés en mirar el futuro buscando en él el bien común y el bienestar.
Son los problemas endémicos que arrastramos desde hace mucho y que desde hace
mucho no se solucionan, porque, aunque no nos guste decirlo, aunque muchos
puedan ofenderse, aunque seguramente habrá quienes se enojen, es improbable que
de cuerpos políticos que han hecho de la prebenda, el asistencialismo y el
clientelismo una manera de practicar la política, debido a sus propios
problemas de formación, no podemos esperar otra cosa. “
Estos problemas endémicos que
arrastramos permanentemente, son el producto, en definitiva de una sociedad,
que elige mirar hacia otro lado cuando se trata de solucionar problemas
sociales, y que, en el fondo, cree que se solucionan haciendo alguna donación a
UNICEF una vez por año, sin advertir que todos los problemas sociales de
nuestro país afectan a toda la
sociedad, sin exclusiones, por acción, omisión o consecuencia.
La cuestión es que en nuestro
país, el “más culto de la América”, no hemos logrado conseguir llegar a un
acuerdo suficientemente amplio como para que podamos establecer un sistema
político y social que impida que la pobreza nuestra de cada día esté cada vez
más cerca de nuestra puerta, y no lo hemos hecho por falta de ejemplos, sino
que en el fondo hemos perdido el concepto de solidaridad social.
Las naciones democráticas
dependen para su funcionamiento de un lazo social y solidario, entre sus
ciudadanos, que permita establecer un piso ético y moral con un estándar tan
alto que contemple, por ejemplo que ningún político en carrera pueda mentir, y
que las promesas de campaña son un contrato firmado con el pueblo, que debe ser
cumplido, un estándar tan alto que impida que un funcionario se enriquezca a
costa del trabajo de todo el pueblo, un estándar tan alto, que obligue a que
las elecciones internas de los partidos políticos sean realmente internas, y
las cuestiones se resuelvan por el voto, y no por “consensos”, logrados en
cuartos poco iluminados con poca gente, que se arroga una representatividad
casi unánime.
Los estándares éticos y morales
los debe establecer la sociedad, en
forma excluyente del sistemas de partidos, de tal forma que cualquier partido
político que llegue a ocupar el poder deba cumplirlos, aun a costa de su
popularidad.
Cualquiera diría que esto es
propio de los países escandinavos, o de sistemas políticos cuya estabilidad es
tan antigua, que no corre ningún peligro, es entonces señores que vuelvo a
preguntarme, ¿es cierto que nuestro país es el más culto de América?, un pueblo
que no puede llegar a conseguir el mínimo acuerdo, aunque por su cultura conoce
el ejemplo de países que ya lo han logrado, evidentemente no es el más culto de
América, posiblemente sea el más pretendidamente culto, que no es lo mismo.
La estabilidad política solo es
posible si existen estos estándares, a cumplir, para esto se depende de los
empresarios, los sindicalistas, los profesionales, los ciudadanos comunes, los
estudiantes, los obreros, los comerciantes, los partidos políticos; y que todos,
más que dispuestos a tomar una porción mayor en la mesa de negociaciones, estén
dispuestos a ceder posiciones, en esa misma mesa, para establecer cuál es el
camino por el que debemos seguir.
Si, Posiblemente sea propio de
los países escandinavos, pero también es propio de hombres dignos, que
pertenecen a un solo pueblo y a una sola nación.
Este es el inicio del camino de
la integración definitiva de la sociedad, que es el único que nos puede sacar
del pozo moral en el que hemos caído, la culpa no la tienen los negros, ni los
judíos, ni los turcos, ni los paraguayos, ni los bolivianos, ni los………
La culpa es de nosotros mismos,
que nos permitimos, por ausencia de responsabilidad, poner los gobiernos en
manos de quienes seguramente, no tienen intenciones de llevar al país al sitial
que su pueblo merece, por trabajo y por capacidad.
Ternemos como dijo alguna vez el
presidente Illia, el privilegio de la indemnidad, de no afrontar las
consecuencias de haber arrojado una piedra, de haber abonado a la situación,
pero todavía no entendemos que esa indemnidad no dura para siempre, y que las
consecuencias de nuestra ausencia como sociedad, han sido cada vez más graves,
y más dolorosas.
Es necesario para el país, y para
nosotros como sociedad, ponernos de acuerdo, fijarle al Estado que debe
representarnos, cuales son los estándares sociales que queremos, la excelencia
educativa, las condiciones de trabajo, la excelencia educativa, la forma de
redistribución del ingreso, el limite a la rentabilidad excesiva, porque si no,
no habrá posteridad.
Los problemas que desnudaron las
sequias del norte, las inundaciones del centro, la mega minería del oeste, la
exclusión de los pueblos originarios, la discriminación velada, y tantas otras
cosas que vendrán, desnudan el verdadero carácter moral de nuestro país y de
nosotros mismos, La pobreza que solo miramos cuando aparece en los noticieros,
es la madre de la violencia, porque la inmoralidad de la exclusión es la madre
de todos los delitos.
Va siendo hora que nos
indignemos, pero de verdad, y que como ciudadanos comencemos a presionar por el
cambio de las cosas, antes que las generaciones venideras nos cuestiones, como
alguna vez lo hicimos ante nuestros mayores, donde estábamos cuando se llevaron
el país.
Sin violencia, pero usando toda
esa cultura de la que decimos ser dueños, comencemos a cambiar las cosas, un
hombre semidesnudo encendió la chispa que liberó a un país, un pastor
afroamericano les dio voz a los que no tenían, y los levanto de la postración,
¿nosotros seremos capaces de hacer algo, de una vez por toda, y por nosotros
mismos?
En un país tan grande como el
nuestro, pereciera imposible lograr este tipo de coincidencias, aunque siempre
hay que empezar por algún lado, ¿porque no empezar por los organismos más
básicos del país, los barrios, las comunas, los municipios?, donde podemos
hacer que las cosas sean visibles, y las metas alcanzables, porque no exigir a
cada municipio que la sala de primeros auxilios sea mejor que el consultorio
privado, que el hospital nos de mejor calidad de salud que la clínica, que la ayuda social que llega no solo sea el
reparto clientelar, sino que verdaderamente tenga el contenido de recuperación
necesaria, para que quien la recibe pueda afrontar con la frente alta el
desafío de salir adelante, para terminar con el clientelismo político, dándole
la espalda a quienes ven al ciudadano solo como mercadería electoral, que la
enseñanza pública sea mejor que la privada en todos sus niveles, para que
nuestros profesionales sean el ejemplo de excelencia a donde se deba mirar, que
el empleo público implique mayores exigencias que el privado, porque el estado
es la defensa natural contra los abusos de las empresas.
Creo que va siendo hora de
calzarnos los pantalones largos, no somos un pueblo inmaduro, como nos quieren
hacer creer todavía, somos un pueblo que pasado en los últimos años por
atrocidades espantosas, hemos alcanzado la madurez por la fuerza, no podemos
dejar que nos lo arrebaten, que nos vuelvan a intentar colonizar de
individualismo, no podemos volver a creer en aquella mentira liberal del punto
de partida igual para todos, ni en la mentira de esta ayuda social que pretende
ser inclusiva y que solo busca el apoyo electoral.
Hemos caído en todos los órdenes,
y solo desde la base de la sociedad se puede recuperar la excelencia educativa,
y retomar el camino que nos ponga en la senda de la integración social, del
desarrollo, y del bienestar real, pero eso, por supuesto no dependerá de los
gobiernos, sino de nuestra propia responsabilidad como empleadores de esos
gobiernos.
El verdadero resurgimiento de
nuestro país como nación depende de todos nosotros, ejerciendo nuestras
obligaciones y derechos como ciudadanos, mancomunados, dueños de nuestro
destino y constructores de nuestro futuro.-