domingo, 13 de octubre de 2013

Es hora de asumir la madurez, ¿si no, cuando?

La democracia es un sistema que solo puede afirmarse en una sociedad cuando es parte de una construcción común, solo puede haber democracia cuando existe en la base social un verdadero compromiso democrático, la sociedad establece como parte de la propiedad de cada individuo el derecho de decidir y de ser consecuente con su decisión, y por esas cosas del republicanismo de elegir y ser elegido.
Vaya novedad, diría cualquiera, pero parece que esto siempre es una novedad y que hay que decirlo permanentemente, porque los dirigentes pareciera que creen que “la democracia solo es posible cuando es dirigida por un cenáculo iluminado de personas altamente preparadas para ejercer el mando del país”.
El problema es que cuando el cenáculo altamente preparado para dirigir bla.., bla.., bla.., no solo, no esta tan preparado, sino que además, no participa de la misma convicción intima del ser democrático, es decir solo espera que democrático sea el otro, que está (por supuesto) equivocado, malamente equivocado, salvajemente equivocado, neciamente equivocado, etc., pero siempre equivocado; lo que por consecuencia implica que la verdad es de él, y de nadie más, y por supuesto puede pararse frente al pulpito haciendo campaña con el dinero que todos le aportamos y decirnos como es que nos va a solucionar nuestros problemas, en tanto y en cuanto lo elijamos solo a él.
No hay hasta aquí problemas por cuanto todo esto es parte de la lucha política, que es por sobre todo la lucha por el poder, el problema es cuando el/los miembros del cenáculo de elegidos creen que, como el democrático debe ser el otro no es necesario someterse a la posibilidad de elección, por que como uno es democrático, no es necesario probar de la fuente de la democracia.
Parece un intríngulis, ser democrático es un derecho y una obligación de todos, pero para algunos parece que solo es un derecho que no conlleva obligación alguna.
Pero toda esta introducción pesada y perogrullesca, viene a cuento de otras cosas que resultan altamente llamativas, como los problemas endémicos que arrastra nuestra sociedad, y que algunos medios, parece que han descubierto hace unas semanas, y solo porque estamos ante un escenario electoral que parece propicio para cargar al gobierno de culpas, las propias y las que arrastramos como sociedad desde hace unos 203 años de vida libre, y unos pocos menos de independiente.
El Ingeniero Mario Jaraz, dirigente radical chaqueño, hizo hace unos pocos días una observación seria y un severo análisis de las cuestiones que hacen a que estos problemas endémicos continúen, a lo largo del tiempo. En una parte de su comentario dice textualmente: “…resulta imprescindible re-elaborar, re-fundar y re-diseñar nuestro sistema educativo, sus contenidos, sus formas y sus métodos. Plantear cuales son los verdaderos objetivos y que es lo que pretendemos obtener de ellos. Dejar de olvidar que para que la educación tenga éxito es preciso que exista salud, que para que exista salud es imprescindible de que todos y cada uno tenga sus necesidades básicas cumplidas y con calidad, que...estoy escribiendo sobre utopías, me había olvidado de que en nuestro país existen indigentes, gente que no tiene vivienda propia, no puede acceder a la educación, tiene mala salud producto de la falta de los elementos precisos que aseguren un buen nacer y crecer, es decir faltan elementos básicos y elementales que no deberían faltar en ninguna sociedad que tenga interés en mirar el futuro buscando en él el bien común y el bienestar. Son los problemas endémicos que arrastramos desde hace mucho y que desde hace mucho no se solucionan, porque, aunque no nos guste decirlo, aunque muchos puedan ofenderse, aunque seguramente habrá quienes se enojen, es improbable que de cuerpos políticos que han hecho de la prebenda, el asistencialismo y el clientelismo una manera de practicar la política, debido a sus propios problemas de formación, no podemos esperar otra cosa. “
Estos problemas endémicos que arrastramos permanentemente, son el producto, en definitiva de una sociedad, que elige mirar hacia otro lado cuando se trata de solucionar problemas sociales, y que, en el fondo, cree que se solucionan haciendo alguna donación a UNICEF una vez por año, sin advertir que todos los problemas sociales de nuestro país afectan a toda la sociedad, sin exclusiones, por acción, omisión o consecuencia.
La cuestión es que en nuestro país, el “más culto de la América”, no hemos logrado conseguir llegar a un acuerdo suficientemente amplio como para que podamos establecer un sistema político y social que impida que la pobreza nuestra de cada día esté cada vez más cerca de nuestra puerta, y no lo hemos hecho por falta de ejemplos, sino que en el fondo hemos perdido el concepto de solidaridad social.
Las naciones democráticas dependen para su funcionamiento de un lazo social y solidario, entre sus ciudadanos, que permita establecer un piso ético y moral con un estándar tan alto que contemple, por ejemplo que ningún político en carrera pueda mentir, y que las promesas de campaña son un contrato firmado con el pueblo, que debe ser cumplido, un estándar tan alto que impida que un funcionario se enriquezca a costa del trabajo de todo el pueblo, un estándar tan alto, que obligue a que las elecciones internas de los partidos políticos sean realmente internas, y las cuestiones se resuelvan por el voto, y no por “consensos”, logrados en cuartos poco iluminados con poca gente, que se arroga una representatividad casi unánime.
Los estándares éticos y morales los debe establecer la sociedad,  en forma excluyente del sistemas de partidos, de tal forma que cualquier partido político que llegue a ocupar el poder deba cumplirlos, aun a costa de su popularidad.
Cualquiera diría que esto es propio de los países escandinavos, o de sistemas políticos cuya estabilidad es tan antigua, que no corre ningún peligro, es entonces señores que vuelvo a preguntarme, ¿es cierto que nuestro país es el más culto de América?, un pueblo que no puede llegar a conseguir el mínimo acuerdo, aunque por su cultura conoce el ejemplo de países que ya lo han logrado, evidentemente no es el más culto de América, posiblemente sea el más pretendidamente culto, que no es lo mismo.
La estabilidad política solo es posible si existen estos estándares, a cumplir, para esto se depende de los empresarios, los sindicalistas, los profesionales, los ciudadanos comunes, los estudiantes, los obreros, los comerciantes, los partidos políticos; y que todos, más que dispuestos a tomar una porción mayor en la mesa de negociaciones, estén dispuestos a ceder posiciones, en esa misma mesa, para establecer cuál es el camino por el que debemos seguir.
Si, Posiblemente sea propio de los países escandinavos, pero también es propio de hombres dignos, que pertenecen a un solo pueblo y a una sola nación.
Este es el inicio del camino de la integración definitiva de la sociedad, que es el único que nos puede sacar del pozo moral en el que hemos caído, la culpa no la tienen los negros, ni los judíos, ni los turcos, ni los paraguayos, ni los bolivianos, ni los………
La culpa es de nosotros mismos, que nos permitimos, por ausencia de responsabilidad, poner los gobiernos en manos de quienes seguramente, no tienen intenciones de llevar al país al sitial que su pueblo merece, por trabajo y por capacidad.
Ternemos como dijo alguna vez el presidente Illia, el privilegio de la indemnidad, de no afrontar las consecuencias de haber arrojado una piedra, de haber abonado a la situación, pero todavía no entendemos que esa indemnidad no dura para siempre, y que las consecuencias de nuestra ausencia como sociedad, han sido cada vez más graves, y más dolorosas.
Es necesario para el país, y para nosotros como sociedad, ponernos de acuerdo, fijarle al Estado que debe representarnos, cuales son los estándares sociales que queremos, la excelencia educativa, las condiciones de trabajo, la excelencia educativa, la forma de redistribución del ingreso, el limite a la rentabilidad excesiva, porque si no, no habrá posteridad.
Los problemas que desnudaron las sequias del norte, las inundaciones del centro, la mega minería del oeste, la exclusión de los pueblos originarios, la discriminación velada, y tantas otras cosas que vendrán, desnudan el verdadero carácter moral de nuestro país y de nosotros mismos, La pobreza que solo miramos cuando aparece en los noticieros, es la madre de la violencia, porque la inmoralidad de la exclusión es la madre de todos los delitos.
Va siendo hora que nos indignemos, pero de verdad, y que como ciudadanos comencemos a presionar por el cambio de las cosas, antes que las generaciones venideras nos cuestiones, como alguna vez lo hicimos ante nuestros mayores, donde estábamos cuando se llevaron el país.
Sin violencia, pero usando toda esa cultura de la que decimos ser dueños, comencemos a cambiar las cosas, un hombre semidesnudo encendió la chispa que liberó a un país, un pastor afroamericano les dio voz a los que no tenían, y los levanto de la postración, ¿nosotros seremos capaces de hacer algo, de una vez por toda, y por nosotros mismos?
En un país tan grande como el nuestro, pereciera imposible lograr este tipo de coincidencias, aunque siempre hay que empezar por algún lado, ¿porque no empezar por los organismos más básicos del país, los barrios, las comunas, los municipios?, donde podemos hacer que las cosas sean visibles, y las metas alcanzables, porque no exigir a cada municipio que la sala de primeros auxilios sea mejor que el consultorio privado, que el hospital nos de mejor calidad de salud que la clínica,  que la ayuda social que llega no solo sea el reparto clientelar, sino que verdaderamente tenga el contenido de recuperación necesaria, para que quien la recibe pueda afrontar con la frente alta el desafío de salir adelante, para terminar con el clientelismo político, dándole la espalda a quienes ven al ciudadano solo como mercadería electoral, que la enseñanza pública sea mejor que la privada en todos sus niveles, para que nuestros profesionales sean el ejemplo de excelencia a donde se deba mirar, que el empleo público implique mayores exigencias que el privado, porque el estado es la defensa natural contra los abusos de las empresas.
Creo que va siendo hora de calzarnos los pantalones largos, no somos un pueblo inmaduro, como nos quieren hacer creer todavía, somos un pueblo que pasado en los últimos años por atrocidades espantosas, hemos alcanzado la madurez por la fuerza, no podemos dejar que nos lo arrebaten, que nos vuelvan a intentar colonizar de individualismo, no podemos volver a creer en aquella mentira liberal del punto de partida igual para todos, ni en la mentira de esta ayuda social que pretende ser inclusiva y que solo busca el apoyo electoral.
Hemos caído en todos los órdenes, y solo desde la base de la sociedad se puede recuperar la excelencia educativa, y retomar el camino que nos ponga en la senda de la integración social, del desarrollo, y del bienestar real, pero eso, por supuesto no dependerá de los gobiernos, sino de nuestra propia responsabilidad como empleadores de esos gobiernos.

El verdadero resurgimiento de nuestro país como nación depende de todos nosotros, ejerciendo nuestras obligaciones y derechos como ciudadanos, mancomunados, dueños de nuestro destino y constructores de nuestro futuro.-