jueves, 12 de febrero de 2015

El discurso de ayer, la tristeza de hoy


El discurso de ayer desnuda, una vez más, el ánimo del gobierno de esconderse de la realidad, y como el avestruz, esperar que las cosas pasen, como si los hechos no pudiesen afectar en nada el normal desarrollo de la cosa diaria, y en un discurso dirigido a su militancia personal, pero transmitido para todos (y todas), nos dice lo bien que esta todo, y nos enrostra los logros fabulosos de su gobierno.

Pareciera que la muerte cotidiana no le roza, que los acontecimientos no le alcanzan, que nada puede dañarla en su caja de cristal, custodiada celosamente por "su" militancia personal, que nos advierte de vez en cuando que, no nos metamos con Cristina.

Me pareció bueno expresar mi punto de vista sobre esto de que ellos se quedan con la asignación universal por hijo, con la educación, con los científicos, con la alegría, y el canto, y etc., etc., etc.

Es bueno que los oficialistas que critican la postura opositora de la UCR, o del frente UNEN, reconozcan que nadie de este lado de la oposición está en desacuerdo con las asignaciones por hijo, porque están destinadas a solucionar un problema social real y concreto, que los que vivimos los 90 gobernados por su actual "Socio en el Congreso" (por favor ver las noticias del senado de hoy), vivimos en carne propia, y sufrimos la política de exclusión que dejó a más de medio país en la calle, precisamente durante el gobierno de su partido. 

La asignación Universal por hijo fue un proyecto largamente estudiado por la UCR, y alguna vez, el propio Dr. Alfonsín lo defendió, siendo gobierno, porque era parte del mecanismo de redistribución del ingreso, sumamente necesario en nuestro país, que nunca pudo ser tratado porque SU partido en el congreso, defensor del liberalismo neo capitalista, nunca lo permitió.

La Educación, fue la principal preocupación de La Unión Cívica Radical, no de su gobierno, a tal punto que el plan de alfabetización credo por el Dr. Illia, y luego continuado durante el gobierno del Dr. Alfonsín no pudo ser superado por su gobierno, (el de su partido), que en cambio decidió, para ser funcional al sistema económico, destruir el aparato educativo del país que a pesar de sus deficiencias funcionaba, y aportaba al mercado técnicos, y hombres preparados tanto para el trabajo como para afrontar el desafío universitario, que demás está decir durante los gobiernos radicales tuvo altos niveles de excelencia, en materia de ciencias y tecnología.

Excelencia educativa esta que su gobierno, el de su partido, decidió destruir de un plumazo, y el incipiente y necesario desarrollo tecnológico de nuestro país quedo largamente relegado, demás está decir que la destrucción de la educación, fue un plan perfectamente estudiado por el gobierno de su partido, plan urdido por SU socio político en el congreso, y aplaudido por sus amigos, y por Ud., hoy disfrazados de otra cosa, que no es más que la misma cosa pero con apariencia distinta.

La alegría y el canto están bien, nadie puede ser condenado por cantar o por reírse, excepto cuando no hay motivos para cantar o reírse; por lo menos ante la situación en la que su gobierno, el de su partido, nos ha puesto. No se olvide el lector que su gobierno, el de su partido, y de sus amigos, nos enterró en medio de un conflicto de potencias, que no era nuestro, que no tenía replicas en nuestra sociedad, y que culminó con el más tremendo atentado que podía sufrir un país, donde la convivencia racial y religiosa era el orgullo de la ciudadanía, y que su gobierno detrás de un traicionero acuerdo se consagró a encubrir.

También se nos endilga a los opositores el silencio, silencio que la oposición puede elegir, y no es que no haya nada que decir, o que no se pueda decir. Se puede decir mucho sobre la responsabilidad del gobierno, no solo sobre la muerte de Nisman, cuyo homicidio debe ser investigado, resuelto, juzgar a los culpables de la vileza, y que paguen con la cárcel.

Hay muchas muertes más que deben explicarse, y aunque sería muy largo de enumerar, este gobierno, y los gobiernos de su partido deben explicar, las muertes "accidentales", de miembros de la comunidades aborígenes, el avasallamiento de sus derechos, el despojo de sus tierras, la extranjerización de la Patagonia, las muertes por enfermedades que se pueden curar porque se gasta más dinero en publicidad que en medicamentos, el analfabetismo que crece en los bolsones de pobreza, porque la educación no existe, y causa la muerte por ignorancia, las muertes provocadas por la inseguridad, por la soberbia de caudillismo provincial que esconde la desnutrición con el eufemismo del "bajo peso".

Su gobierno que cacarea de revolucionario, no tiene nada de eso, los gobiernos revolucionarios de verdad no enriquecen a sus líderes a costa de la pobreza del pueblo, los gobiernos revolucionarios realizan una distribución autentica de la riqueza, los gobiernos revolucionarios se ocupan realmente de la salud, y de la educción porque saben que verdadera soberanía reside en la sabiduría del pueblo.

El silencio no es solo por Nisman, el silencio debe ser por todos los muertos que su gobierno esconde, detrás de estadísticas maniqueas, y de discursos y gestos ampulosos, el silencio debe ser por una democracia que corre peligro de comenzar a agonizar detrás de la descalificación al opositor, la persecución de quienes piensan diferente, el silencio debe ser por la falta de una justicia verdaderamente independiente que peligra tras la colonización que hacen de ella su gobierno y su partido, que comenzó en los 90, y aún sigue, el silencio es porque su gobierno soberano tras su discurso revolucionario nos entrega a otro imperialismo que desprecia nuestra democracia tanto como el anterior.

Personalmente el 18 marcharé en silencio, no solo por Nisman y en su homenaje, sino por todas la injusticias que su gobierno comete, en reafirmación de mi libertad, y de mi concepción ética de la vida, por la justicia social que este país necesita, por la paz entre nosotros, y no soy por esto un enemigo del pueblo, solo soy alguien que piensa diferente.

miércoles, 11 de febrero de 2015

El estado de cosas y el camino del cambio


Es increíble cómo la actualidad, nos va modificando los caminos del pensamiento, y la necesidad de modificar el estado de cosas en el que vivimos parece cada vez más acuciante, hasta el punto en el que no podemos ver más allá de la superficie, y creemos que está mal todo aquello que nos rodea.

Los argentinos estábamos acostumbrados a pasar nuestros días tranquilos, conviviendo con nuestros vecinos y amigos, dentro del territorio que nos es familiar, pero desde hace un tiempo, demasiado largo quizás, nos vemos inmersos en lo que vislumbramos como un caos generalizado, nos es invadido el espacio conocido, por gente que no hemos visto, cuya condición social no es peor que la nuestra, nos sentimos agredidos por un entorno que percibimos hostil, alentado en gran parte por la profunda división social que ha creado la conducción política del país.

Pero debemos aprender a diferenciar lo que parece de lo que es, desde hace mucho tiempo que el fantasma de la intolerancia social aparece, al principio de tanto en tanto, y hoy cotidianamente; vemos como las diferencias sociales, acentuadas por una mala política socioeconómica que saco a hombre del centro de la escena, aumentan la tensión social.

El estado de los 70, y de los 90, hasta hoy, puso toda su energía en satisfacer las necesidades de las corporaciones, creando una suerte de democracia escénica, donde lo que está frente a nuestros ojos es el oropel de un falso progreso, y detrás, una forma de ejercer el poder que somete al hombre al dictado de normas que son siempre funcionales a las Organizaciones que ejercen el poder corporativo, discrecionalmente y sin imitación alguna.

Los gobiernos democráticos desde los 90 hasta aquí, fueron siempre funcionales a esas corporaciones, económicas política y sindicales, donde la característica fundamental es la falta de representatividad social, y al subordinación del poder político a los estos intereses.

Es así que en los últimos años los partidos se han convertido en corporaciones cuyos hombres lejos de representar al ciudadano, lo utilizan como medio para sostener su parte dentro de la corporación.

Los sindicatos acuerdan con los empresarios hasta dónde puede llegar el reclamo, de forma que no afecte los intereses económicos del sector, o de la empresa, pero que al mismo tiempo no genere un daño que los saque de la conducción, de esta forma se genera una lianza entre sindicalistas y empleadores, donde el único perjudicado es el trabajador.

En el ámbito del gobierno el asunto es más grave aún, porque desde el poder se fomenta este estado de cosas, siendo funcional a las necesidades corporativas de cada grupo, dejando al margen de cualquier decisión, generando un proceso de división social que va en beneficio de los intereses de esas corporaciones.

La Igualdad no existe, la justicia, la libertad y la solidaridad, son solo enunciados escritos en una Constitución, que solamente se levanta cuando algún sector privilegiado ve amenazado su espacio vital; y es allí cuando el poder deja ver su verdadero rostro, la sola amenaza desata los más bajos y violentos métodos de su ejercicio, desde la mentira hasta la violencia propiamente dicha, de la cual se mantiene prescindente, dejando caer la responsabilidad sobre algún socio alguna vez favorecido, que debe pagar por las gracias recibidas.

Y esto no se trata solo de la política, sino de todos los espacios de poder de nuestra sociedad, porque, en definitiva, todos nos utilizan para sostenerse, así es que el gobierno nos abandona, las industrias nos envenenan, los medios nos mienten, la justicia nos olvida, el Congreso nos da la espalda, los empresarios nos esclavizan, y mucho más que no nos alcanzaría el tiempo de enumerar.

En este estado abandónico de cosas, es que surge en medio de nosotros el rencor y el resentimiento, hacia el que vemos como diferente, porque en realidad, como lo que se nos muestra es que el progreso y el bienestar están circunscriptos a quienes son parte de las corporaciones que detentan el poder, deja de importarnos el hombre, el otro. Pasamos de este modo a convertirnos en lobos de los hombres, como si los más de 2000 años de historia hubiesen pasado en vano.

El gobierno nacional, sin aceptar someterse a ninguna clase de control, avanza sobre los ciudadanos, hasta el punto en el que nos sentimos como objetos vigilados por el Gran Hermano que predijo Orwell, donde la intención de hacernos cargo del ejercicio de la libertad puede ser visto como un crimen, y es ahí donde este gobierno ha comenzado a generar esta desconfianza social, tratando de uniformar el pensamiento colectivo, alineado detrás de una forma de pensamiento nacional, donde el gobierno crea los héroes, y las historias, y estamos obligados a respetar esta posición, nos guste o no porque es la palabra oficial, así se empieza por borrar la historia, reemplazándola por otra que resulte más cómoda al poder; Milan Kundera en uno de sus libros relataba como con el correr del tiempo, los cambios, y la conveniencia del poder de turno iban desapareciendo de las fotos oficiales a los personajes que habían construido el estado socialista Checo, y Clement Gotwald estaba cada vez más solo saludando en ese balcón.

El gobierno obra de este modo, creyendo que la historia solo se cambia, cambiando el relato, creyendo que el solo discurso modifica la imagen que se tiene de nosotros como país, creyendo que el solo reparto de subsidios modifica el estatus social, inventando planes que su misma gente se ocupa de no cumplir, creyendo que devolver la dignidad justifica tener de esclavos de tal o cual agrupación, o dirigente adicto al oficialismo, a grandes sectores de la población en riesgo, creyendo que pagar la militancia asegura fidelidad política.

Y en este estado de cosas, todo lo que se pudo haber invertido en generar un cambio social real, se ha despilfarrado, en acciones vanas y escenarios grandilocuentes, pero detrás de esto se esconde la verdadera cara del poder, la de la mezquindad, la desidia, el abuso y el abandono de aquella parte de la sociedad que no le responde o no le es útil; la de la protección a funcionarios sospechosos, la de contribuir al sostenimiento de eternos gobernadores de provincias, e intendentes, cuyos antecedentes de parecen más a un prontuario que a un currículum.

El que cuestiona el fondo de un supuesto proyecto político, que solo se trata de mantener en el poder a la misma gente por mucho tiempo, es un traidor a la patria, o al pueblo; el solo cuestionamiento de la forma es considerado una violación a la fidelidad debida; solamente disentir es suficiente para que los partidarios del gobierno nos adviertan que, con tal o cual, no se jode.

De esta forma se reparte limosna en forma de beneficios sociales, que no llegan a todos, sino al sector que es más proclive a defender al poder, dejando fuera al resto de la sociedad.

Y cuando hablo de beneficios no me refiero solamente a subsidios en dinero, sino a todos los beneficios que los ciudadanos debemos acceder por ser parte integrante de la sociedad (somos parte indivisible del estado), y los sostenemos las estructuras políticas y de gobierno del estado.

Este estilo de hacer política, poniendo al hombre como subordinado de la organización, y de una determinada corporación, hace que la democracia sea solo un hecho formal, y no parte del derecho propio del ciudadano, porque en el afán de sostener la corporación se intenta convertir al hombre en el esclavo del aparato, solo como un engranaje más de una maquinaria.

Del otro lado el fenómeno es parecido, la impotencia, genera violencia verbal, descalificaciones del calibre más grueso posible, con o sin sentido, con o sin razón, provocado a veces por simple odio a una postura política, otras por algún daño que creemos que nos han infringido desde el poder, hasta llegar a la violencia física, como hemos visto últimamente; y en este estado, ¿cuánto puede faltar para el enfrentamiento abierto?

Es aquí donde la libertad es un espejismo, una entelequia, una declamación poética, pero no es una realidad, porque la libertad de los privilegiados de la corporación se construye sobre la sumisión de los desposeídos, disimulada detrás de una falsa imagen de benevolencia del poder.

Estamos frente a un dilema moral, como se reencausa el país en la normalidad, como se hace para volver a la concordia, y restablecer los lazos solidarios que mantienen unida a la sociedad, como se hace para que brecha provocada se cierre, y se vuelva a vivir en un estado donde la violencia, de cualquier tipo, deje de ser la moneda cotidiana de la sociedad, donde parece que la vida no vale nada.

Gran parte de la ciudadanía nos reclama, a los opositores, que nos unamos detrás de un proyecto común: Vencer al poder; pero vencer al poder no es, por si sola, razón suficiente para conformar un aglomerado de partidos, que pongan un candidato a consideración de la gente, sino que además debe ser un espacio donde los que participen tengan un vínculo común, por pertenecer a un arco ideológico que permita a los ciudadanos identificarse, claramente en coincidencia con su pensamiento respecto de lo que debe ser la sociedad, y hacia donde debe orientarse el gobierno.

Las urgencias electorales de siempre no pueden condicionar el proceso de creación política, pues este depende de la convicción desde lo ideológico, desde lo metodológico, y lo moral. No es posible que un agrupamiento de partidos donde no hay pensamientos, por lo menos parecidos, pueda funcionar.

Es indudable que la ciudadanía le reclama a la política, que se vuelva a gobernar al país, honesta y éticamente, pero para eso también es necesario que los espacios políticos, y sobre todos los que implican alianzas, sean lo suficientemente coherentes con una posición ideológica común, que implique también un compromiso con lo metodológico, que a la hora de gobernar continúe con el mismo alineamiento.

Lo que hay que cambiar en el poder, implica un cambio profundo en el comportamiento social de la república (de todos), y una alianza con sectores que alguna vez fueron socio de esta forma de gobernar, no sirve para que la reparación real sea posible, porque aunque suene anacrónico esta es la tarea, la de la Reparación total de la República, y esto implica la reparación social, económica y política, un verdadero cambio en la comprensión y el ejercicio del poder, con aquellos que desde su conducta y coherencia pueden demostrar esa pureza cívica necesaria para emprender la tarea, y esto no está ni en el PRO, ni En el Frente Renovador. Esto está en Nosotros, que hemos sido la guía moral de este país, y debemos volver a serlo.