En la Reunión de Lobos, en la que estuve el año pasado, un
joven, Emiliano Reparaz, enviado por la Agrupación de Daniel Salvador, ante mi
requisitoria sobre qué clase de garantías había, con relación a las cosas que
habían ocurrido en el pasado, en el partido, delante de una cantidad muy
importante de correligionarios, finalizó "...por supuesto que el
correligionario tiene todas la garantías de estas cosas no volverán a
ocurrir".
Sé que sonará iluso de mi parte, pero tenía la necesidad de
creer que era así, y hoy me encuentro con que, este joven, irrespetuosamente,
se burló de hombres que tienen más de 30 años militando en este partido, y está
dentro del sector que está buscando consumar la traición al radicalismo, junto
con sus jefes.
Sus jefes, Salvador,
Mugnolo, Campero, hijos y familias, etc., todos, viven del estado desde hace
años, y hoy apoyan este proyecto diluyente que encarna el Senador Sanz, con el
solo objeto de permanecer en sus cargos, por todo el tiempo que sea posible.
Hipólito Yrigoyen despreciaba esa clase de militancia, hasta
el punto de la maledicencia, porque afirmaba que desnaturalizaba el verdadero
sentido de la política, lo mismo pensaba Arturo Illia, porque no podía permitir
que los condicionamientos, que venían con los cargos, afectaran los principios
sobre los que se basaba el radicalismo.
Así fue que perdieron fortuna y estabilidad económica
personal, pero el juicio de la Historia, les reservó la Grandeza, la grandeza
que estos personajes no tienen, ni tendrán, porque en definitiva solo llegaron
a la política, para servirse de ella, y no para servir al pueblo, como nuestro
histórico mandato nos Ordena.
De Casa al Gobierno, y del Gobierno casa, decía Yrigoyen, y así nos acostumbró a
los radicales a tener dirigentes, que sacrificaban vida y bienes, en favor de
una lucha histórica que solo termina cuando los desposeídos, consigan las
reparación que el país les debe.
Tuve la suerte de conocer muchos hombres con estas
convicciones, de formarme políticamente con gente que pensaba y actuaba
consecuentemente con estos principios, algunos empobrecidos por haberlo dado
todo a la política, otros, a los que no conocí pero admiré, dieron la vida por
los principios que fueron la génesis de nuestro partido.
En una convención, algún radical flojo de principios, le
grito a Moisés Lebhenson, "Judío de mierda", en la puerta, a los
pocos minutos sobrevino el infarto que mató a uno de los intelectuales más
brillantes que tuvo el Radicalismo, cuyos postulados, como los de Larralde, se
mantienen hoy vigentes e incumplidos, el motivo de la intolerancia era la
firmeza de Lebhenson en sostener la intransigencia del radicalismo.
Hoy es como si un montón de radicales sin principios, nos
estuviesen gritando a todos con la misma intolerancia, porque creemos que deben
defenderse los principios, que rigen la vida y la moral de las personas,
marcando la diferencia entre la tarea reparadora, y el éxito inmediato.
Lo necesario es afrontar la obligación que el radicalismo
tiene de despertar a la sociedad, de asumir una tarea educativa, casi
evangelizadora, que recupere a los desposeídos de su letargo, que tenga el
valor de afrontar nuevamente la causa reparadora que el país espera que
realicemos, con hombres de bien al frente, sin estos residuos parasitarios que
tenemos enquistados, superando el medio ambiente en el que esta política nos ha
metido.
Se y acepto que el mundo ha cambiado, que la modernidad nos
pone en nuevos predicamentos hacia el futuro, pero en el fondo, las injusticias
no cambian, la desnutrición, el analfabetismo, la pobreza, la desocupación, son
siempre las mismas, son realidades que no cambian, y que solamente se pueden
superar, desde una tarea profunda y constante, que ningún advenedizo que quiere
ser presidente de la noche a la mañana va a solucionar, ni tampoco los que nos
lo traen de la mano.
Nuestros viejos dirigentes lucharon años para forjar una
identidad política a nuestro partido, convirtiendo al radicalismo en una
Religión cívica, al servicio de la Patria, un concepto que esta dirigencia,
facilista y obsecuente, parece haber cambiado por los beneficios de andar en
Bicicleta que nos explica este nuevo profeta por la televisión.
No aspiro a ser un dirigente importante, ni a ocupar cargos,
que ya tuve, solo quiero ver a mi país viviendo en un clima de dignidad civil,
no quiero un país de ricos, quiero que no haya pobres, no quiero el país de
estos exitosos, quiero un país de gente que avanza en la medida del esfuerzo,
No quiero el país de la viveza, quiero el del trabajo, el de la solidaridad, el
que me enseñaron alguna vez, el que podía darnos Arturo Illia, al que vi pasar
alguna vez a mi lado, conversando tranquilamente con alguien, tan tranquilo
como alguien que inconsciente de su grandeza, porque no se creía, ni mejor, ni
más que nadie, era solo un hombre al servicio de la patria.
No quiero como Radical a toda esta dirigencia, que solamente
opera para conseguir vivir de la patria.
Tengo con conciencia que el radicalismo volver a ser
Gobierno, y terminara la tarea interrumpida, pero solo será cuando recupere
frente a la sociedad, la dignidad que solo una militancia nueva, fresca y con
la frente alta, con ideales firmes, consiente de su pasado y de su destino
pueda, y decida hacerse cargo de la tarea de transformar a la sociedad desde
sus bases.