Hoy día el cuestionamiento
desatado por la actual oposición, que levanta banderas sobre cuestiones, que
son caras a las necesidades de nuestros conciudadanos, como el empleo, el
ingreso, las tarifas, etc., planteado como si la protesta proviniera de un
grupo de revolucionarios que desde el poder, hubiesen logrado que nuestro
pueblo superara las barreras sociales, económicas, y culturales que desde hace
años se levantaron como una forma de impedir que la movilidad social ascendente
dejara de ser una entelequia, y fuese una realidad tangible, como si hubiesen
sido los próceres de la nacionalidad moderna.
Lamentablemente los
revolucionarios no fueron tales, y lejos de bajar esas barreras y permitir que
la sociedad se dinamizara, las levantaron aún más, profundizando las
diferencias y haciendo que nuestros valores sociales, fueran reemplazados por
una forma de frivolización de la sociedad donde es más importante los bienes
superfluos que se poseen, la imagen que se muestra hacia el exterior, y que
esta imagen contenga los que hoy son símbolos del éxito.
La intención de promover el
consumo, inyectando en la sociedad fondos que supuestamente eran la materialización
de la redistribución del ingreso, que provocaba el empoderamiento de las clases
más sumergidas de nuestra sociedad, fue el vehículo que necesitaban para poder
establecer el más corrupto de los gobiernos que se recuerdan en el país.
En realidad el empoderamiento no
se hace a fuerza de subsidiar, ni de entregar beneficios sin ninguna clase de
control, sino que tiene que ver con una forma de promover el cambio necesario
en la psicología del individuo para generar en el la autoconfianza necesaria
para empujar su ascenso social. Es decir tiene un componente social, puesto que
implica la posibilidad el acceso a la base de la riqueza productiva, Político,
porque implica el acceso de igualitario a los procesos de toma de decisiones, y
Psicológico, porque implica una actitud de revalorización personal de cara a la
sociedad.
Cuando hablamos del estado
asumiendo un papel de instigador de la rebelión frente al orden establecido,
utilizando en poder en toda su capacidad movilizadora, hablamos de poner en
manos del ciudadano las herramientas necesarias para crecer en busca de su
propio desarrollo, sin caer en la lógica liberal de la competencia, sino en la
ética solidaria natural de nuestra sociedad.
La función del estado en este
contexto es la de proveer los elementos, y provocar las condiciones necesarias
para que los hombres se desarrollen en una dinámica de ascenso social,
estimulando la necesidad de lograr mejorar sus condiciones de vida, como
consecuencia de su esfuerzo personal en solidaridad con el resto de sus
conciudadanos, y que los logros obtenidos sean causales de un nuevo esfuerzo,
pero siempre en una actitud solidaria, para que los logros se colectivicen y se
apliquen en una sociedad mejor.
El mero subsidio, y la
exageración de la distribución económica solo son un reparto de caridades, que
busca el sometimiento de las clases sumergidas a una cultura de toma y daca,
destinada a promover el estancamiento del poder en unas poca manos. De esta
forma el ciudadano se convierte en un simple cliente de una estructura poderosa
destinada a crear una clase de oligarquía teñida de revolución.
No Es nada más que la aplicación
de una lógica del control social, que consiste solamente en calmar el hambre,
pero continuando con el sometimiento.
El verdadero empoderamiento
consiste, no solo en subsidiar la pobreza, que sin lugar a dudas es parte
necesaria del proceso, sino en generar en el hombre la capacidad de acceder a
los espacios de generación de producción, que lo inserten en el proceso
productivo participando de la redistribución de la riqueza.
Para esto es necesario que se
recupere la educación, no como un servicio más, sino como un fin, el de brindar
los elementos del conocimiento necesarios para la evolución social del hombre,
donde la escuela no debe asumir el papel de contenedor al que se la ha relegado,
sino el auténtico protagonismo que le corresponde como disparador, brindado la formación
necesaria para comenzar un proceso de empoderamiento real.
La educación ha sido siempre la
herramienta igualadora, nuestra clase media se formó a partir de la educación,
porque a partir de la especialización se creó un mercado de mano de obra
altamente calificada, con una educación técnica al niel de las mejores del
mundo, una universidad que permitió que nuestra sociedad pudiera mostrar
orgullosamente el nivel de sus científicos y profesionales, la mayoría de ellos
provenientes de los viejo inmigrantes que llegaron a nuestro país en busca de
un mejor futuro.
En ese proceso, sobre todo después
de la reforma universitaria, y dentro del periodo democrático iniciado en 1916,
el estado en sus funciono como el disparador de la rebelión, frente al conformismo,
puesto de libero la capacidad creativa e intelectual de nuestra gente, poniéndola
al servicio de la comunidad. En una etapa que Eduardo Mallea caracterizo como
un ambiente de pureza cívica.
La educación, acompañada de la
necesaria participación del estado como rector del proceso permitirá el acceso
socializado a los medios de producción, que le permitirán lograr la primera
etapa del empoderamiento que es la de la inclusión social.
El proceso de inclusión, en una
sociedad productiva incentiva la participación del hombre en las decisiones políticas,
porque comienza a comprender que el sostenimiento de las mejoras conseguidas,
depende de los vaivenes de la política, y entonces comienza a apoderarse de su decisión,
en forma independiente de las necesidades de las dirigencias políticas,
provocando la renovación constante de la estructuras de decisión, que
necesariamente pondrá los avances tecnológico obtenidos en el proceso al
servicio de la sociedad.
Esto tendrá como consecuencia el
estado psicológico del empoderamiento, la confianza del hombre en su propia capacidad
de mejorar, ascendiendo en la escala social.
En todo ese camino el estado no puede
estar ausente, porque es obligación del estado regular todo este proceso, para
que la sociedad comprenda que no existe la posibilidad de la salvación individual,
sino que todo forma parte de una construcción colectiva.
El kirchnerismo estuvo muy lejos
de lograr esto, porque jamás tuvo la intención de hacerlo, lo único que pretendía
era generar una nueva forma de oligarquía que reemplazara a la anterior
estructura, privilegiando siempre a unos pocos y manteniendo sometidos a los
muchos a quienes decía ayudar, transformándolos en clientes de la limosna, y
siendo funcionales al peor capitalismo que necesita de pueblos pobres e incultos,
para satisfacer su voracidad.