Debido a las tremendas
noticias diarias que hablan de un país, desbordado por la corrupción, seducido
por la frivolidad, socialmente agrietado, por una brecha que supuestamente
separa al pueblo de la oligarquía, con una generación permanente de fanatismos de
toda índole, que ni siquiera admiten que sea posible la más mínima sombra de
reprobación, que no sea respondida por un batallón de exacerbados, insultando,
censurando y descalificando, a cualquiera que se anime.-
Yo, por mi formación
política y educativa, que me permitió observar hechos de la historia que
significaron mucho para el mundo en general, he aprendido que la única forma de
lograr que un país se convierta en una Nación, es necesario el acuerdo general,
la decisión univoca de ser.
La Nación es la
entelequia que nos moviliza, el objetivo final casi siempre inalcanzable, por
el que se avanza permanentemente, buscando la perfección en su concreción, que
en tanto no se consiga, provoca que la cohesión se mantenga ante el desafío de
alcanzarla, la Nación es el fin, pero en el camino es donde verdaderamente se construye,
es la lucha de la que hablaba Pierre de Coubertin, donde en realidad se produce
la maduración por el esfuerzo, la unión por alcanzar lo inalcanzable.
Por eso es importante el camino,
el camino es la ética, y aunque parezca extraño, el fin se cumple en el
proceso, fuimos una Nación cuando luchamos por la independencia, porque el país
estaba unido detrás de un objetivo común, y dejamos de serlo cuando el poder se
convirtió en una mecanismo de corromperá todos y a cualquiera, fuimos una
Nación cuando sancionamos una Constitución que nos agrupaba a todos detrás de
un programa común, y dejamos de serlo cuando las ambiciones de un sector por
sobre el resto sojuzgaron al interior en manos de la capital, fuimos una Nación
cuando el voto secreto recuperó el poder para el pueblo, y dejamos de serlo
cuando los intereses económicos de la época, provocaron la peor seguidilla de
golpes de estado y fraudes de la historia, lo fuimos en la recuperación de la
democracia, y dejamos de serlo cuando la corrupción arrasó con la buena fe y la
probidad de muchos de los hombre de la política.
Es decir alcanzamos la
entelequia y nos alejamos de ella, dependiendo de ética de nuestras acciones,
individuales y colectivas; porque no existe un fin moralmente bueno, cuando el
camino, la ética, es malo.
Eso es lo que ha pasado
en el país en los últimos años, los buenos fines fueron descalificables, cuando los métodos desvirtuaron todo lo bueno que tenían, así
fue que lo bueno de la asignación universal por hijo, fue censurado por gran
parte de la sociedad cuando la selección de los beneficiarios dejo de ser
profesional, para convertirse en mecanismo de extorsión por parte de los
punteros políticos; de la misma forma, los planes de inclusión dejaron de ser
una buena herramienta de promoción social, para convertirse en una mala
herramienta destinada a esclavizar voluntades a cambio de un plan, que podía, o
no, llegar en tanto y en cuanto el beneficiario se subiese al colectivo
cultural de la liturgia kirchnerista.-
Es realmente un ejercicio
diario, que nos debemos todos los ciudadanos de sostener esa ética que nos
permite mantener la moralidad del fin, haciendo que el cano transitado sea el
correcto, que en ese caminar se impida que otros cambien el objetivo colectivo,
cuando sus acciones individuales se aparten de las necesidades comunes.
Hipólito Yrigoyen, cuando
le reclamaban un programa respondía, “el programa es La Constitución”, porque contenía
todos aquellos principios que eran directa consecuencia de todas las luchas por
organizar un país, desde 1910 hasta ese momento, con premisas que nunca se habían
cumplido; entonces se estaba lejos de la unión nacional, de consolidar la paz
interior, de promover el bienestar general; ese programa contenía el fin moral detrás
del que debía encolumnarse toda La Nación.
Hoy día La Constitución
es nuevamente el programa, los fines todavía se encuentran lejanos, porque los
medios para alcanzarlos no fueron los correctos, Alem decía “la Política no es
el arte de lo posible, en Política se hace lo que se debe, y cuando lo que se
puede hacer es malo, no se hace”, esta premisa que debió fue la idea rectora de
toda una serie grandes hombres del País, desde el Propio Alem, hasta Alfonsín, y
fue desgraciadamente olvidada.-
EL utilitarismo que se
enseñoreo de la política, toda, sin distinción de credos o banderías, y termino
por fomentar un modo utilitario de hacer política, en pos de la acumulación de
poder, que termino por destruir gran parte del entramado social, enarbolando
enfrentamientos inexistentes, proezas nunca realizadas, y antecedentes poco
creíbles.
De esta forma los fines
morales de la ayuda social, dejaron de ser buenos, porque el camino elegido era
el del clientelismo, y no el de la promoción social, dejaron de ser buenos
porque, en definitiva detrás de una supuesta inclusión, sumamente necesaria,
sin dudas, se escondía el clientelismo, necesario para hacerse permanentemente del
poder, creando la idea que los conquistas alcanzadas, iban a ser arrebatadas si
el gobierno cambiaba de manos.
El camino elegido, la ética,
hizo que el fin moral terminara siendo tan malo, que resultaba imposible de
sostener, porque termino por crear una división tan grande en la sociedad, a
partir de una falsa lucha de ricos contra pobres, una herida abierta que será
sumamente difícil de cerrar.-
Ese camino es el que nos
pone en el lugar de víctimas de la corrupción, a todos, agraviantes y
agraviados, porque en definitiva se ha perdido la idea moral, del programa común,
La Constitución.-
Si alguien me preguntara
hoy, cual es el origen del desempleo creciente, de la falta de oportunidades,
de la desazón en la que hemos caído, es precisamente la corrupción, la perdida
de los fines morales, hemos abandonado todo lo que nos unía como pueblo.
Solo existe una forma de
recuperarlo, y es a partir de nosotros mismos.