viernes, 18 de marzo de 2016

Politica, ética, y como arruinar el fin moral


Debido a las tremendas noticias diarias que hablan de un país, desbordado por la corrupción, seducido por la frivolidad, socialmente agrietado, por una brecha que supuestamente separa al pueblo de la oligarquía, con una generación permanente de fanatismos de toda índole, que ni siquiera admiten que sea posible la más mínima sombra de reprobación, que no sea respondida por un batallón de exacerbados, insultando, censurando y descalificando, a cualquiera que se anime.-

Yo, por mi formación política y educativa, que me permitió observar hechos de la historia que significaron mucho para el mundo en general, he aprendido que la única forma de lograr que un país se convierta en una Nación, es necesario el acuerdo general, la decisión univoca de ser.

La Nación es la entelequia que nos moviliza, el objetivo final casi siempre inalcanzable, por el que se avanza permanentemente, buscando la perfección en su concreción, que en tanto no se consiga, provoca que la cohesión se mantenga ante el desafío de alcanzarla, la Nación es el fin, pero en el camino es donde verdaderamente se construye, es la lucha de la que hablaba Pierre de Coubertin, donde en realidad se produce la maduración por el esfuerzo, la unión por alcanzar lo inalcanzable.

Por eso es importante el camino, el camino es la ética, y aunque parezca extraño, el fin se cumple en el proceso, fuimos una Nación cuando luchamos por la independencia, porque el país estaba unido detrás de un objetivo común, y dejamos de serlo cuando el poder se convirtió en una mecanismo de corromperá todos y a cualquiera, fuimos una Nación cuando sancionamos una Constitución que nos agrupaba a todos detrás de un programa común, y dejamos de serlo cuando las ambiciones de un sector por sobre el resto sojuzgaron al interior en manos de la capital, fuimos una Nación cuando el voto secreto recuperó el poder para el pueblo, y dejamos de serlo cuando los intereses económicos de la época, provocaron la peor seguidilla de golpes de estado y fraudes de la historia, lo fuimos en la recuperación de la democracia, y dejamos de serlo cuando la corrupción arrasó con la buena fe y la probidad de muchos de los hombre de la política.

Es decir alcanzamos la entelequia y nos alejamos de ella, dependiendo de ética de nuestras acciones, individuales y colectivas; porque no existe un fin moralmente bueno, cuando el camino, la ética, es malo.

Eso es lo que ha pasado en el país en los últimos años, los buenos fines fueron descalificables,  cuando los métodos  desvirtuaron todo lo bueno que tenían, así fue que lo bueno de la asignación universal por hijo, fue censurado por gran parte de la sociedad cuando la selección de los beneficiarios dejo de ser profesional, para convertirse en mecanismo de extorsión por parte de los punteros políticos; de la misma forma, los planes de inclusión dejaron de ser una buena herramienta de promoción social, para convertirse en una mala herramienta destinada a esclavizar voluntades a cambio de un plan, que podía, o no, llegar en tanto y en cuanto el beneficiario se subiese al colectivo cultural de la liturgia kirchnerista.-

Es realmente un ejercicio diario, que nos debemos todos los ciudadanos de sostener esa ética que nos permite mantener la moralidad del fin, haciendo que el cano transitado sea el correcto, que en ese caminar se impida que otros cambien el objetivo colectivo, cuando sus acciones individuales se aparten de las necesidades comunes.

Hipólito Yrigoyen, cuando le reclamaban un programa respondía, “el programa es La Constitución”, porque contenía todos aquellos principios que eran directa consecuencia de todas las luchas por organizar un país, desde 1910 hasta ese momento, con premisas que nunca se habían cumplido; entonces se estaba lejos de la unión nacional, de consolidar la paz interior, de promover el bienestar general; ese programa contenía el fin moral detrás del que debía encolumnarse toda La Nación.

Hoy día La Constitución es nuevamente el programa, los fines todavía se encuentran lejanos, porque los medios para alcanzarlos no fueron los correctos, Alem decía “la Política no es el arte de lo posible, en Política se hace lo que se debe, y cuando lo que se puede hacer es malo, no se hace”, esta premisa que debió fue la idea rectora de toda una serie grandes hombres del País, desde el Propio Alem, hasta Alfonsín, y fue desgraciadamente olvidada.-

EL utilitarismo que se enseñoreo de la política, toda, sin distinción de credos o banderías, y termino por fomentar un modo utilitario de hacer política, en pos de la acumulación de poder, que termino por destruir gran parte del entramado social, enarbolando enfrentamientos inexistentes, proezas nunca realizadas, y antecedentes poco creíbles.

De esta forma los fines morales de la ayuda social, dejaron de ser buenos, porque el camino elegido era el del clientelismo, y no el de la promoción social, dejaron de ser buenos porque, en definitiva detrás de una supuesta inclusión, sumamente necesaria, sin dudas, se escondía el clientelismo, necesario para hacerse permanentemente del poder, creando la idea que los conquistas alcanzadas, iban a ser arrebatadas si el gobierno cambiaba de manos.

El camino elegido, la ética, hizo que el fin moral terminara siendo tan malo, que resultaba imposible de sostener, porque termino por crear una división tan grande en la sociedad, a partir de una falsa lucha de ricos contra pobres, una herida abierta que será sumamente difícil de cerrar.-

Ese camino es el que nos pone en el lugar de víctimas de la corrupción, a todos, agraviantes y agraviados, porque en definitiva se ha perdido la idea moral, del programa común, La Constitución.-

Si alguien me preguntara hoy, cual es el origen del desempleo creciente, de la falta de oportunidades, de la desazón en la que hemos caído, es precisamente la corrupción, la perdida de los fines morales, hemos abandonado todo lo que nos unía como pueblo.

Solo existe una forma de recuperarlo, y es a partir de nosotros mismos.