miércoles, 16 de julio de 2014

Analisis y opinion para radicales


Algunos elegimos sumarnos a la autoconvocatoria, destinada a reavivar la llama del  radicalismo, recuperar su identidad, y ponerlo otra vez en el lugar de preferencia de donde nunca debió haber salido.
Hay una necesidad en la ciudadanía de renovar el espíritu de la república, de ser parte de un país que nos incluya a todos y cada uno, que nos ponga a todo en lugar que nuestra constitución nos propone, que la nación nos haga verdaderamente iguales, social, jurídica y políticamente, que nuestros conciudadanos dejen de ser rehenes de la política, y clientes de la dirigencia para recuperar la identidad nacional que alguna vez nos hizo grandes.
EL futuro de la UCR está plagado de incertidumbres y obstaculizado, por quienes han creído que es válido conservar espacios, a fuerza de impedir que los hombres y mujeres que conforman la Unión Cívica Radical, puedan ejercer, sin condicionamientos, el derecho de legitimar a sus dirigentes utilizando el poder que les confiere el derecho de elegir.
La recuperación del radicalismo dependerá de la apertura que, necesariamente, deberá darse, solamente por una cuestión de sentido común, si no se da esa apertura, si no se puede elegir, la Unión Cívica Radical correrá serio riesgo de desaparecer, o peor se convertirá en un grupo minúsculo de voluntades personales sin sustento alguno.
No se trata solo de cuestionar a tal o cual dirigente, sino de terminar con una conducta, que lejos de fortalecer a la UCR, la ha debilitado en sus bases, y deslegitimado en sus valores y principios.
En los últimos años se ha popularizado en el partido radical una especie de filosofía, donde se cree que la permanencia en los comités da derechos exclusivos para ser conducción, eso es negar los mismos principios sobre los que se fundó la UCR, la permanencia lo único que da es antigüedad, no derechos, al contrario genera obligaciones, por sobre todas las cosas la obligación de ser abierto a las nuevas propuestas y a los nuevos aires que nos lleguen.
Lo único que nos da derechos es el principio de igualdad, la convicción con la que se han profesado las ideas, el fundamento con el que se predica el credo radical, pero eso solo no nos da el derecho de llamarnos radicales, sino también la forma en que como radicales tendemos la mano al que se acerca y propone desde sus convicciones nuevos aportes.
Pero esa convicción de la predica es la que nos obliga a desenterrar las urnas, escondidas detrás de una errónea idea de una legitimidad basada en la permanencia, Siempre estuve y estoy convencido que ser radical, y ser dirigente radical, entraña en sí mismo una actitud de renunciamiento permanente, donde se debe estar dispuesto a someterse a la sanción de las urnas, y si los votantes nos dan la espalda, saber retirarnos con el honor del deber cumplido.
Para recuperar el partido es necesario que esa forma ética del radicalismo se vuelva a poner en práctica, no hay radicalismo viable si esa forma de republicanismo representativo no se practica en lo interno, y se proyecta hacia afuera, La Unión Cívica Radical debe cumplir con esa premisa, para convertirse en la Estrella del Sur que guíe a la ciudadanía, como al navegante, hacia el puerto seguro.
La Ciudadanía nos ha sido esquiva, y sin embargo en muchos de sus reclamos están contenidos los principios que el radicalismo enarboló, como banderas, desde su fundación.
Hoy la ciudadanía pide transparencia, honestidad, decencia en el manejo de la cosa pública, representatividad, respeto a la constitución y las leyes, independencia de poderes, Justicia, federalismo real, libertad de expresión, solidaridad social.
Todas aquellas cosas que el radicalismo ha defendido desde siempre, pero sin embargo no se nos elije para representar esas banderas, y en lugar de volver a los principios por los cuales nos hicimos radicales, se nos intenta imponer,  por un lado sumarse a la comparsa gubernamental, y por el otro ser cola de ratón de una masa opositora de impresentables, que han sido cómplices de aquellos que embozadamente traicionaron al pueblo, y lo sumieron en la pobreza décadas atrás.
Para que la Unión Cívica Radical vuelva a ser una opción deberá comenzarse por, alentar a que los dirigentes pasen por el tamiz electoral interno, para luego someterse a la voluntad popular; y entender que esta es una práctica saludable y necesaria, porque desde allí siempre se sale fortalecido, tanto el que gana como el que pierde, pero desde la convicción intima, entendiendo que La Unión Cívica Radical es como La Nación, no es de nadie y es de todos, y todos tienen los mismos derechos y obligaciones.
Por eso es importante que discutamos de política, pero con una actitud de desprendimiento, entendiendo que el oponente también discute desde una posición racional, y que lo importante es que a partir de los argumentos se construyan los consensos, que a partir del conflicto que implica el choque de opiniones surja la verdad que nos conduzca hacia el destino que el radicalismo se merece, pero que ese choque de opiniones nazca de una posición de auténtica convicción despojada de intereses personales.
La democracia es el mejor sistema de gobierno, pero puede y debe ser perfeccionada, en dirección de una mayor y más efectiva representatividad de los pueblos, y esa representatividad que se consigue desde una permanente atención a la voz de los individuos que forman la trama social, interpretando sus reclamos a las luz de las ideas, pero siempre representándolos y atendiendo a sus necesidades sociales y políticas.
No hay posibilidad de proponer gobernar el país, si los programas de gobierno no nacen de oír la voz de la gente,  por eso el camino que debemos trazar debe ser auténticamente radical, enarbolando la idea de una nueva forma de intransigencia, que nazca desde la necesidad popular de ser representados autentica y legítimamente, de ser no solo destinatarios de las decisiones, sino parte de ellas, en una forma de política que integre al ciudadano al poder real, que haga sentir que él es tan responsable del destino de su patria como sus dirigentes, y que fundamentalmente sepa que está siendo representado cabalmente, con transparencia, sin ocultamientos, ni dobleces.
Hay dos caminos para la política; uno es cerrar los oídos al pueblo, y ejercerla desde el mesianismo y la imposición, propias de los gobiernos excluyentes y elitistas, oligocráticos, o totalitarios, donde el pueblo está ausente de las decisiones fundamentales y su participación solo se circunscribe  tomar las migas de la mesa de los poderosos, donde la inclusión es solamente un espejismo demagógico e inconsistente, y la democracia real es una ilusión propia de la propagandística moderna.
La otra es el compromiso de poner al hombre en el centro, ejercer el poder desde la legitimidad, desde el consenso y la discusión democrática, donde el hombre sea el eje, origen y destino de las decisiones políticas, donde la heterogeneidad del pensamiento sea la clave para el desarrollo político y social, y el elemento con el cual se reconstruya una forma de vida con identidad propia, igualdad social, democrática, justa; donde las libertades públicas sean el objeto a preservar de cualquier desviación de la política.
Los privilegios de los sectores dominantes de la Argentina siguen intactos, han cambiado los actores, pero el argumento sigue siendo el mismo, las contradicciones se han profundizado, y detrás de un supuesto empoderamiento del pueblo, se esconde una necesidad de cambiar a los viejos detentadores del poder por otros nuevos, con las mismas ideas y las mismas intenciones.
Los modelos políticos que se nos pretenden imponer, incluso por nuestra propia dirigencia, no tienen nada que ver con la necesidad de hacer al ciudadano un real protagonista de la política, sino al revés, de alejarlo lo más posible y ponerlo en el lugar de un manso depositario de aquellos beneficios que se distribuyen como dadivas.  
Estamos en un momento crucial para el radicalismo, porque se pone en juego la participación, y la representatividad de los ciudadanos, en  contra un proyecto de poder hegemónico, al que no se combate con alianzas a contramano de las ideas, ni con arreglos subterráneos con el poder, al proyecto hegemónico  se lo combate desde la pureza de los principios asumiendo el rol que la sociedad nos conceda, no importa si debemos volver a ser los míticos 44 defensores, lo que importa es se mantengan los principios que nos hicieron respetados como partido en todas las naciones de américa.
La opción es que volvamos a ser radicales, levantando las banderas y sosteniendo la lucha, nuestra causa es la causa de los desposeídos, nunca debimos abandonarla.
Debemos ser sostenedores del más auténtico radicalismo, tal como lo dijo Yrigoyen: “Ser radicales en todo y hasta el fin, levantando el espíritu por sobre el medio y el ambiente”, que realmente valga la pena ser radical, de lo contrario la Unión Cívica Radical se disolverá irremediablemente, como lo profetizo alguna vez Leandro Além, y la lucha habrá sido en vano y estéril, la nación caminara hacia otros rumbos y la felicidad de la patria será solo una quimera inalcanzable.
Es notable como se acentuó el poder de las fuerzas antipopulares, la falta de una verdadera promoción del hombre para alcanzar la igualdad social, se nota en el permanente deterioro de la calidad educativa, detrás de aparentes planes de promoción  social se esconde un profundo desprecio por el ascenso social, para convertirlos en meros clientes de un sistema que no deja de ser funcional a los sectores económicamente más poderosos que, para acumular mayores riquezas necesitan de un mercado laboral poblado de hombres y mujeres cuya pobreza e ignorancia los convierta en mano de obra barata.
El poder económico nunca fue solidario con el ciudadano, en nuestro país, particularmente desde la aparición del neo liberalismo, los grandes capitales, han perseguido la meta de obtener más y mejores ganancias, a costa de la paz social, buscando, y encontrando, en los gobiernos que se sucedieron a partir de los noventa, cómplices económicos, y socios políticos, que sostuvieron esta situación, desoyendo el constante reclamo social, escondiendo detrás de una supuesta entrada en el mundo desarrollado, una decisión irrevocable de sumergir socialmente a las mayorías, es así que los negocios productivos fueron convertidos en grandes negocios financieros, donde la exclusión social es la característica, el poder económico mundial centralizado provoco en los países “emergentes”, situaciones de fragilidad social que lejos de emerger, sumergen a las naciones en situaciones de caos social.
El gobierno actual detrás de su fachada liberadora y distribucionista, con la complicidad de parte de la oposición, y de algún sector nuestro partido en particular, ha buscado reemplazar una clase dominante por otra, pero con iguales intenciones y prácticas, su populismo exacerbado, no consigue mejorar en nada la situación del pueblo, por el contrario, sus prácticas subsidiaristas y seudodistributivas, en lo social, solo mantienen al pueblo adormecido, consecuencia de una promesa de resurgimiento económico, que no es más que la zanahoria que persigue el mulo, que nunca alcanzará, sino, por el contrario lo mantendrá sometido al designio de los intereses económicos que manipulan a este gobierno.
La movilidad social ascendente de la República Argentina, ha sido reemplazada por una dinámica diferente, se pretende mejorar el ingreso, pero mantener el mismo status social, lo que provoca situaciones de tensión, debido a que los ciudadanos pueden obtener un mayor bienestar, pero condicionándole el acceso a servicios de mejor calidad, limitando su posible promoción, y de esa forma ejercer una forma de control social, que mantenga al hombre dependiente de un esquema de poder político que no hace más que condicionar su desarrollo.
Todo esto se ve reflejado en la calidad de los servicios educativos, desde la formación de los docentes hasta el estado de los establecimientos, y su distribución, la calidad y disponibilidad de las prestaciones de salud, la disponibilidad de los servicios públicos esenciales, transporte, infraestructura urbana, etc.
Como decíamos antes, el momento ha cambiado pero el drama sigue siendo el mismo, del unicato de fines del siglo 19, a la escena actual solo han cambiado los actores, el argumento sigue, es igual, el de 1890 buscaba consolidar definitivamente un esquema de poder oligárquico y omnipotente que perdurara en el tiempo y consolidara los privilegios que habían conseguido; hoy en cambio,  bajo el disfraz de lo popular, oculta la verdadera intención de reemplazar la vieja oligarquía, por otra, posiblemente más aceptable popularmente, pero igualmente falaz y descreída, y como en aquel momento, hoy el gobierno busca que los amigos del régimen acumulen poder y riqueza a la sombra de sus bondades y beneficios, mientras tanto el pueblo solo puede acceder, como siempre, a las migajas que caen de la mesa de los nuevos poderosos.
Estamos lejos de un despertar de la ciudadanía, porque todavía, los males se demoran en manifestarse, pero sin lugar a dudas, esto ocurrirá, tarde o temprano, los hombres y mujeres sumergidos por años de años, sojuzgados por los feudos provincianos, postergados por la naturaleza propia de esta forma de hacer negocios, abandonados a su suerte, sin sustento, sin protección, sin justicia, se deben levantar y exigir que los profetas del anti pueblo desaparezcan de la escena; pero esta vez no será sin pena, es necesario que la justicia, que se le ha negado sistemáticamente al ciudadano, haga sentir su peso sobre los responsables, que no quede crimen sin castigo, y que ese castigo sea aún mayor para aquellos que se aprovecharon de la riqueza de la patria y de sus hombres, anteponiendo sus intereses personales al objetivo colectivo de la Nación.
Tal es así, que a los antiguos escándalos del régimen, se le han sumado otros nuevos, y continúa la obra, sin solución de continuidad, sin freno, sin pudor y sin moral de ninguna especie. 
Ante este estado de cosas la dirigencia de Unión Cívica Radical se ha mantenido casi ausente, dando la espalda a la ciudadanía, cuyos sectores medios y bajos no encuentran en la UCR, otrora el mejor intérprete de sus necesidades y anhelos, a un interlocutor válido, sino a una organización apática, sin rumbo, sin convicciones ni banderas, rendida al culto de la realidad y el pragmatismo sin ideología, efectista y vana.
La UCR fue llamada cumplir con la reparación política y social, de un régimen consolidado en el país, que mantuvo a la ciudadanía esclava de sus ambiciones, y excluida de los beneficios, y la uso como justificación de sus negocios, aquel régimen infame, derrotado por Irigoyen,  volvió en los recurrentemente, con distintos nombres y en distintas décadas, y hoy se reinstala en un gobierno que  pesar de su imagen, esconde en su interior el bacilo de la oligocracia, el nepotismo y la plutocracia, prácticas que son en definitiva una forma de tiranía escondida detrás de un democracia solo formal.
Los principios que nos llevaron a ser Radicales se mantienen hoy en absoluta vigencia, la necesidad de derrotar la contradicción es cada vez más acuciante, es entonces que debemos recuperar para la Unión Cívica Radical, la mística revolucionaria con la que nació, su visión de democracia y libertad, su idea de Justicia Social, su visión de una sociedad basada en la solidaridad como el elemento de cohesión entre sus miembros, donde la igualdad y fraternidad sean el común denominador entre  los ciudadanos.
La aventura del pragmatismo político debe llegar  su fin, la estrategia debe ser superada por la reafirmación ideológica, no estamos frente a un escenario donde es posible colonizar el poder, en base  acuerdos espurios, para después cumplir nuestros objetivos.
Debemos conquistarlo, en base a nuestras convicciones, nuestros principios doctrinarios, en un escenario donde las ideas sean más fuertes que las tentaciones del poder, donde seamos verdaderos intérpretes de la ciudadanía, que seducida por nuestra acción política nos acompañe en el ejercicio de una forma de gobierno amplio y participativo, para construir finalmente la republica que soñamos.
En esta cruzada que iniciamos, estamos más allá de la interna mezquina, nuestro objetivo es y será recuperar y sostener aquellos valores que nos convirtieron en el partido político más antiguo y grande de la historia Argentina, para beneficio de nuestros conciudadanos para que podamos afirmar que la felicidad de la patria no es la entelequia de nuestra imaginación, sino la realidad de nuestra acción política.
Muchos dirigentes creyeron, desde siempre, que brindando algún tipo de estabilidad económica a la gente y aliviando, un poco,  su situación social, era suficiente para que los verdaderos problemas de nuestro país, quedaran sumergidos bajo una supuesta ola de bienestar, que termina por no ser tal. Sino que, a lo único que contribuye, es a lograr que se produzca una nueva espiral de pobreza originada en los ajustes que irremediablemente llegarán, porque los niveles de despilfarro han sido tales, que en algún momento se deben terminar para estabilizar las cuentas públicas.
Esto no hace más que desnudar el verdadero carácter del nuevo régimen, los subsidios, los planes sociales, las asignaciones familiares, que son los métodos ms efectivos de redistribución, debían estar acompañados de un proceso destinado al lograr la promoción social de los sectores ms desposeídos, donde se hiciera hincapié en dar educación y preparación para que les permitiese reinsertarse laboralmente, dentro del sistema productivo, que necesariamente absorberá aquella mano de obra más capacitada, y mejor entrenada, pero con lo que se ha hecho las dos generaciones excluidas durante la década de los 90, seguirán igualmente sumergidas y condicionadas.
Es hora de cambiar, de modificar este estado de cosas, pero un cambio de nombre, o la aparición de un nuevo mesías no va a modificar nada, lo que necesitamos es un verdadera renovación, que ponga al ciudadano en el centro, que proponga un dirección ética, y que fundamentalmente, instale una nueva conducta social en la república, donde el respeto por el otro, la tolerancia, la solidaridad social, y la moral pública, sean el distintivo de un nueva sociedad.