martes, 7 de enero de 2014

Desde un diagnostico a un punto de partida: como recuperar la politica


El panorama político ante el que se encuentra la UCR, nos pone ante la posibilidad de la disolución del partido, o, estamos asistiendo a la construcción de un nuevo sistema político don donde no importa la pertenencia ideológica, sino el pragmatismo exitoso de la estrategia.
Ante cualquiera de esta posibilidades, el Peronismo gobernante ha sido tan exitoso que ha trastocado completamente la vida política del país, en un proceso iniciado por Menem en los 90,  profundizado por el Duhaldismo, y cristalizado por el Kirchnerismo, creó una forma de hacer política donde no importa ningún tipo de ideología, o de pertenencia política, sino solo el éxito que se consigue, atravesando la división vertical de los partidos político tradicionales.
El problema con esto es que se creado una forma de oligarquía política que solo se sostiene, a partir de la volubilidad de la dirigencia, que muda de agrupaciones políticas, pretendiendo seguir siendo parte de sus orígenes, argumentando la incomprensión de la dirigencia, de tal forma que si este nuevo intento fracasara puede volver o irse nuevamente, en la medida que esto permita seguir conservando el poder, y el espacio personal.
Desde los 90 ningún dirigente que estuviera en una línea aparentemente critica, o de cambio permaneció dentro de la UCR, intentando luchar desde dentro para sembrar el germen de cambio, simplemente optaron por el camino más simple, logrado un espacio de espectabilidad, se fueron del partido hacia otras agrupaciones, o crearon las suyas propias solo con el objetivo de mantenerse como protagonistas excluyentes.
Dentro del peronismo, o del justicialismo, si se prefiere, pasó más o menos lo mismo, pero a diferencia de la UCR, y a pesar de haber sido los responsables primigenios de muchos de los males que aquejan al país, el justicialismo crece, porque naturalmente se desenvuelve en una especie de caos político, aparentemente democrático pero en el fondo autoritario, que termina por encolumnar a todas sus variantes a la hora de atravesar momentos políticamente difíciles, porque no comprende ninguna forma de conducción que no se base en la preeminencia de un líder, lo suficientemente fuerte como para sostenerse en el poder político, hasta que una nueva traición cambie el sentido del viento y haga girar la veleta.
Así el kirchnerismo logró en un momento atraer a dirigentes radicales, que luego mudaron hacia la oposición, y que actualmente mudan hacia el sector de Massa, aunque se sigan reconociendo como radicales, u otros se viste de amarillo porque hacia allí también pueden soplar vientos de triunfo.
Esta volubilidad de la dirigencia, que no deja de ser una forma inmoral de engaño a los ciudadanos, esta originada en la propia constitución, puesto que al permitir las reelecciones de los legisladores, de todos los niveles, y de los ejecutivos, provinciales y municipales, en algunos casos en forma indefinida, se transforma en la excusa suficiente y necesaria para que, ante la mínima posibilidad de verse vencido en la contienda electoral, permita mutar lo suficiente como para seguir manteniendo una supuesta identidad pero estando a la sombra de quien, en el arrastre provea a la victoria,  y, obviamente, al mantenerse triunfante ponerse en posición de exigir tales o cuales ventajas.
Esta forma de hacer política es propia de un país que no tiene ya un rumbo político cierto, donde todo se hace a contramano e improvisadamente, en busca de una justicia social, necesaria y de una justa redistribución del ingreso, se generan espacios clientelares, que lejos de producir una forma de mejora que pueda representar el puntapié inicial para lograr la tan necesaria movilidad social ascendente, produce un estancamiento propio de aquellas sociedades dependientes, que solo buscan mantener un estatus quo, donde se mantengan sumergido amplios sectores, que resultan funcionales a una forma de capitalismo imperante sin ninguna clase de conciencia social, para mencionar alguno de nuestros males.
La clase política argentina, o una buena parte se ha vuelto funcional a esto, solo basta con recorrer los distintos pueblos del país y ver que a pesar de haber soportado momentos durísimos, que son responsabilidad exclusiva de la dirigencia política, los mismos dirigentes siguen estando en los mismos lugares, más arriba o abajo en una lista, pero siempre están los mismos personajes que tienen o han tenido algún grado de participación en los sucesivos fracasos.
Es necesario y urgente que la forma de hacer política se modifique, porque treinta años después nos encontramos con una clase política ahora obsoleta, y con partidos avejentados, que no han sabido resolver los problemas fundamentales del país, y los ha convertido en espacios excluyentes.
Pero los cambios en el sistema los debe hacer la sociedad, desde su necesidad de ser auténticamente representada, y empiezan desde los pueblos, que son la base constitutiva de cualquier país. Los hombres se agrupan en pueblos donde eligen vivir, y desarrollan un sentido de pertenencia, y es de los pueblos desde donde deben plantearse los cambios que modifiquen el panorama político.
No habrá cambios posibles si estos no parten de los propios pueblos, es decir de la gente en su posición de mandante, ejerciendo presión sobre sus mandatarios, obligando a que estos sean auténticamente representativos de su voluntad.
La génesis del cambio está allí, pero implica un cambio de actitud de la sociedad, que debe asumir su rol de protagonista, en tanto que es el origen y el destino de cualquier acción de gobierno, por eso es que la participación popular, desde el propio municipio adquiere una relevancia fundamental.
La participación, no solo en la política, sino en las entidades intermedias termina por ser un arma excepcional del ciudadano cuando este adquiere real conciencia de su poder, puesto que es desde su núcleo social básico, es desde donde puede modificar ascendentemente, su forma de vida, mejorar su hábitat, ascender en su educación y satisfacer sus necesidades básicas.
La participación comunitaria puede ser una parte importante del cambio, porque ejercer presión hacia arriba es la única forma de modificar esta realidad política, que provoca que nuestra riqueza como sociedad, se pierda en los pasillos de los ministerios, de las legislaturas, de los municipios, y de los concejos deliberantes, donde se toman decisiones que modifican nuestras vidas, ante la total ausencia del único protagonista y destinatario de los errores y de los aciertos, el ciudadano.
El protagonismo ciudadano es la única arma posible, que puede esgrimir el pueblo en su defensa, pero no solo se trata de golpear cacerolas, sino de participar activamente, en todos aquellos ámbitos donde se pueda modificar esta realidad política, e impedir que el comportamiento hegemónico, siga haciéndose de los beneficios del poder,  a sus espaldas.
Nos corresponde a los que participamos en la política, y que vemos como se ha desvanecido y desprestigiado la política como actividad, sembrar conciencia en el hombre, mostrándole cual es el verdadero camino del cambio.