Posiblemente aburra un poco ser reiterativo con esto de la
corrupción, pero es indispensable saber que la corrupción se esconde detrás de
cada hecho, que podemos protagonizar creyendo que así, ¡zafamos!, ¡somos
vivos!, ¡nos salvamos!
Con cada Zafada, cada viveza, cada salvada, lo único que
conseguimos es caer cada vez más bajo, hundiéndonos, y hundiendo al resto de la
sociedad que nos circunda, cada inspector sobornado, cada semáforo violado,
cada turno aventajado, nos hace bajar un peldaño en la escala moral, hasta que
la amoralidad se apodera de nosotros, cada vez más, y cuanto más alto creemos
que subimos, en realidad más bajo estamos cayendo.-
Por cuestiones personales he decidido que debo abstraerme de
lo coyuntural, y escribir sobre lo que siento, y percibo que debe cambiarse,
forjando para mí una ideología de vida que pueda trasladar al partido
protegiendo mis principios e ideales; tratando de sostener en lo alto la
consigna, ¡NO DOBLEGARSE!, ¡NO TRANSIGIR!, ¡NO ENTREGARSE!.
Ud. Preguntará no doblegarse, no transigir, no entregarse,
¿a qué?, ¿ante qué?, pues la respuesta
es simple, contra mí mismo, ante la tentación de tomar el camino de lo
fácil, al facilismo ventajero, ¿y por que?, porque los logros solidos son
aquellos que se consiguieron con el esfuerzo de sostener aquellos principios
rectores de la vida personal y social.
Es así, la personalidad de los grandes hombres de la
historia se caracterizó por la firmeza de la voluntad, ante la adversidad, ni
Gandhi, ni Luther King, nuestro Leandro Alem, o el propio Yrigoyen, cedieron a
la tentación de lo fácil, cuando lo fácil implicaba riqueza, o reconocimiento,
y en un escenario que solo les proponía dificultades permanentes a lo largo de
su vida.
Ellos no se doblegaron ante el futuro sufrimiento, y siguieron
adelante, sacrificaron todo, familia, libertad, confort, comodidad, riqueza. Con
el solo objetivo de lograr el bien común, la felicidad de la patria que tanto
reclamamos; Juan B. Justo, Alicia Moreau, Illia, Alfonsín, fueron, en nuestro país,
dignos émulos de aquellos grandes de quienes aprendieron que aquellos
sacrificios no eran en vano.
Nosotros hoy reclamamos a la política que imite a estos
hombres, queremos que sacrifiquen lo mismo que ellos, que elijan el camino duro
y no la comodidad del poder, que se pongan el país al hombro, y lo carguen, y esto
no es nada más que lo que el pueblo merece y espera de sus dirigentes.
Pero bien, que pasa con nosotros, solamente nos limitamos a
esperar que otro “haga lo que tiene que hacer”, mientras tanto miramos la
escena como críticos impiadosos, lavándonos las manos cuando se requiere de
nuestra parte; yo no fui, yo no vi, yo no sé, parecen las muletillas más
frecuentes del argentino, a las que se recurre con mayor facilidad para
lavarnos las manos.
Mientras tanto la corrupción se alimenta de aquellas
actitudes, crece y se fortalece, yo no vi, yo no fui, yo no sé, yo me voy, yo
no estaba, son demasiados “yo no”, que nos mantienen ajenos a los problemas
comunes, que nos impiden actuar para cambiar aquellas cosas que no nos gustan.
Todos estos “yo no”, no son más que la actitud de lavarnos
las manos, de no condenar lo condenable, de cargar sobre los demás todas la
culpas y responsabilidades, mientras tanto la corrupción crece y se alimenta,
porque hay una sociedad ausente de la participación en las decisiones escondiéndose
en la supuesta inocencia del “yo no”.
La verdad, y no pretendo ser dueño de ella, es que la corrupción
es también una consecuencia del “yo no”, y la lucha contra ella es en parte
nuestra posibilidad, los cimientos del edificio de la corrupción tiemblan y se
resquebrajan cuando los ciudadanos empezamos a decir yo estuve, yo vi, yo fui, yo
me quedo, yo estoy, al amparo de la firmeza colectiva que puede aportar una
sociedad fastidiada de tantos barriles sin fondo a donde fueron a parar
nuestros sueños, la corrupción se termina cuando dejamos de sucumbir a las
pequeñas tentaciones, cuando empezamos a respetar la fila, a no arrojar basura
donde no se debe, a no sacar ventaja del otro, a no quedarnos con las monedas
del vuelto, a no dormir en el trabajo, a no tratar mal al cliente, o al contribuyente,
a intentar mantener una ética social que nos integre, y nos contenga, y
fortalezca los lazos que nos unen.
Si comenzamos a actuar individualmente de este modo,
posiblemente podamos convertirnos en una sociedad madura, que ponga en el lugar
mas importante de nuestra pirámide jurídica, la justicia, la solidaridad, la
igualdad, la libertad, la ética, transforme a la política en lo que debe ser,
se terminen los privilegios para pocos, y el país vuelva ocupe el lugar que se
merece en el concierto de las naciones.
cuando estamos seguros, y nuestra conducta personal, arroja fuera aquellas pequeñas corrupciones diarias comenzamos a transitar otro camino, uno distinto, uno que nos eleva y nos da la autoridad necesaria para poder decir, ¡Esto NO!, para poder exigir que se gobierne de acuerdo a nuestros intereses de conjunto, y no de acuerdo a los compromisos de amigos, podemos exigir el compromiso de los funcionarios, el empleo publico dejará de ser una gracia para parientes y amigos, pueblo y gobierno, cualquiera sea su signo, serán dignos de llamarse ciudadanos...
..Y Por cierto, seguramente haremos realidad el mandato constitucional,
“…para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo
que quieran habitar el suelo Argentino.”