Que un Juez civil declare la
nulidad de un artículo de la constitución, cuando ese artículo viola el derecho
a las libertades civiles, como la libertad de expresión, el derecho de reunión,
el derecho a elegir, o intenta corporativizar las instituciones de la
República, y suplantar la democracia por otro sistema dañino y ajeno a la
voluntad de las personas, puede ser considerado hasta un acto de valor contra
un poder que pretende ser único, excluyente, y dictatorial.
Cuando la sanción de
inconstitucionalidad es para condenar la aplicación de un sistema que pretende
convertirse en aristocrático y oligárquico, excluyendo del derecho a ser parte
importante de la decisión, condicionando el ejercicio de la democracia, es sin
lugar a dudas un acto de heroísmo, que pretenderá preservar la democracia republicana
que se concibió como un bien común para todos los ciudadanos.
Ahora la pregunta es, si un juez declara la
inconstitucionalidad de una disposición de la constitución, que expresa la
voluntad univoca de los convencionales, que además busca sostener y preservar
el principio de alternancia en el poder, forma de impedir que un mandatario se
eternice en el poder y convierta el gobierno en una tiranía, es cuando uno se
pregunta, ¿puede un juez dictar un fallo que viole la voluntad univoca de todos
los legisladores, permitiendo que un mandatario continué en el poder violando
el principio de alternancia, consagrado por los constituyentes?, ¿puede un juez
permitir con un fallo que la democracia se convierta en una farsa, que le
permita a alguien consagrarse como el único interprete de la voluntad popular?.
Según ocurre en Santiago del Estero, parece que sí, parece
que la justicia está al servicio de un mandatario, para permitirle que se
perpetúe más tiempo en el gobierno condicionando la política futura, solo
porque no está conforme con el artículo que limita la cantidad de mandatos a
dos, y que además el mismo acepto y juro obedecer, cuando se reformo la constitución
santiagueña.
La excusa de la popularidad no es válida, para pretender ser
indefinidamente reelecto, la república, la democracia y la libertad exigen que
el poder cambie de manos, para que nadie se crea infalible, ni dueño de la
verdad.
La alternancia preserva la salud de la república, permite
que la igualdad de oportunidades se aplique a la política, porque impulsa la
renovación de los aparatos partidarios, mantiene la atención del pueblo sobre
el quehacer de la cosa pública.
La renovación política en la argentina, parece la quimera
del oro, todos los dirigentes políticos creen que ellos, y solo ellos han sido
predestinados por mandato divino a ser los portadores de las soluciones que darán
bienestar definitivo al pueblo argentino. El problema es que el pueblo
argentino descree de las soluciones mágicas de los próceres políticos de la
actualidad.
Seguramente Santiago del Estero no es la excepción a esto, y
a pesar de la popularidad del Gobernador Zamora, Popularidad que con el uso
discrecional de los fondos públicos no es difícil de conseguir, es saludable
para el sistema republicano, que termine el mandato al que está autorizado por
la constitución, y se vaya a su casa a esperar pacientemente el veredicto de la
historia, a la que ya ha entrado, y no que intente quedarse ya no como
gobernador, sino como dueño de la provincia.
Sumado a este intento de quedarse con el Poder, el
Gobernador Zamora, pretende hacer uso y abuso de la estructura política del
radicalismo, al que ya no pertenece, para sostenerse políticamente, y sumando a
su propia sumisión al gobierno nacional, al de un partido centenario, que se
caracterizó por no ser títere de ningún gobernate, ni siquiera salido de su
propia estructura.
Lo más grave de esto es que como si fuese poco, la clase política
nacional mira hacia un costado, como con indiferencia sin ejercer ningún acto
de condena categórico, que ponga a los ciudadanos en alerta, previniendo que
este tipo de situaciones puedan ser imitadas por otros gobernantes de nuestro
país.
Este Gobernador que se identifica a sí mismo como radical,
pareciera que no ha aprendido ninguna lección de aquellas que dieron nuestros
mejores hombres, Alem, Irigoyen, Luna, Larralde, Sabatini, Illia, Alfonsín,
nunca hubiesen utilizado su poder para torcer la constitución y la justicia, en
su beneficio personal.
Señor Gobernador Zamora, Va siendo hora que se ponga Ud. a
pensar que está violando el mandato de la constitución que Ud. hizo reformar, poniendo el poder a su disposición y arbitrio
absoluto. O será que Ud. pretende ser Rey y no se anima a confesarlo?