No he estado presente en este blog en el último tramo
del proceso electoral, en parte porque a veces es preferible tomar distancia,
sobre todo cuando uno espera poder aportar algo positivo a los pocos que suelen
leer esto, es preferible esperar para poder hacer un análisis lo más
desapasionado posible del estado de situación actual.
No es secreto para ninguno de los que conocen mi
pensamiento, que no puedo compartir el rumbo que ha tomado la política
partidaria, y mucho menos nuestra supuesta dirigencia, lo de supuesta es porque
una dirigencia que solo consigue apoyo de 3% del electorado, algo lejos del 52%
de Alfonsín, no puede considerarse dirigencia, sobre todo cuando su expertise
mas importante consiste en ahuyentar electores.
Sin embargo no es de política interna de lo que quiero
hablar, sino de un presente escenario de poder impensado para cualquier
militante político, esperanzado para quien milita con un sentido democrático, o
mejor dicho con espíritu democrático, que no siempre es lo mismo.
Estas elecciones tienen una buena noticia, el poder va a cambiar
de manos, y no importa precisamente en manos de quien, sino que quien detente
el poder se va a ver obligado a negociar, con todos los sectores que integren
la futura oposición.
El congreso ya no podrá ser la escribanía del
ejecutivo, sino que independientemente del modo que queden alineadas las cámaras,
excepto en el senado, la cámara baja no tiene mayorías definidas, por lo que
cualquier proyecto deberá ser necesariamente debatido, discutido y acordado con
todos los sectores que integren el parlamento, poder establecer políticas y
sancionar leyes dependerá de la capacidad negociadora del gobierno.
Aquellos que proclaman el apocalipsis socio-político,
si es que la oposición gana la elección presidencial, verán frustradas sus
premoniciones, porque ningún gobernante puede con esta composición modificar o
cambiar las leyes a su gusto, porque quien sea oposición estará allí para
promover la discusión y si es necesario impedir que se avance sobre aquellas
conquistas conseguidas.
Esto no es bueno, es buenísimo, porque nos va a obligar a
los ciudadanos a comportarnos como tales, asumiendo la responsabilidad de
indicar a nuestros representante cual es el camino a seguir, es decir a dejar
de ser gobernados para gobernarnos, como alguna vez lo propuso Yrigoyen, la
falta de una mayoría clara en el congreso implica que la ciudadanía no puede
quedar ajena a ningún proceso político, sino que deberemos asumir la
responsabilidad que nos compete como parte esencial del proceso democrático.
Creo que el próximo gobierno no va a ser un gobierno
políticamente débil, sino que por el contrario será un gobierno que deberá
fortalecerse en el poder ciudadano, los controlados de hoy, pasarán ser
los controladores de mañana, la justicia no alineada, será la característica
que marcará el rumbo del poder.
Hoy nuestra democracia brilla en toda su dimensión,
porque por primera vez en la historia carece de líderes, ninguno de los
candidatos lo es, ninguno tiene el carisma y el toque de personalidad
necesario, y por primera vez la historia nos lanza un desafío interesante, la
posibilidad de construir desde el pie, desde el ciudadano, que el gobierno sea
por primera vez gobierno sin nada que fundar, sin nada que romper, solo con la
obligación de seguir construyendo en la cotidianeidad.
La Argentina necesita necesariamente un presidente de todos
los días, que no consagre su actividad a autoconstruirse un monumento,
sino que intente gobernar y administrar la nación, que por primera
vez consolide un desarrollo sustentable, que integre a toda la ciudadanía,
que con sentido de Nación, haga realidad la igualdad de oportunidades
consagrada en la constitución, que el acceso a la educación, a la
salud, al bienestar, no este solo destinado a los fieles seguidores, esclavos
de los punteros, sino que sin discriminación alguna llegue a todos los rincones
de nuestro país.
Esta es la oportunidad de empezar a caminar el verdadero
sendero del progreso que tantas veces se nos ha negado.
Los resultados electorales, han dado por tierra algunos
mitos, como el de la esclavitud del voto, o el poder del condicionamiento de la
voluntad a partir de los favores del estado, o del partido, no ha influido
en forma determinante en la elección, la ciudadanía se expresó en la plenitud
de su libertad, y eligió la posibilidad de cambio, y no se trata de discutir
si se eligió bien o mal, solo podemos establecer que se expresó de
forma tal que queda claro que la voluntad es la de no dejarse manejar al
antojo de nadie, de impedir el poder absoluto.
Los ciudadanos nos dimos la oportunidad de tomar una
decisión histórica, poner el poder en nuestras manos, sin gobernantes que
se comporten como patrones de estancia, o que caigan en el exceso de otras
épocas, o en la superficialidad de otras tantas.
Este es el mayor desafío que nos ha plantado la historia
contemporánea, solo debemos tratar de estar a la altura de las
circunstancias.-
Carlos Eduardo Gowland