viernes, 8 de marzo de 2013

Alguna reflexion sobre la democracia en la UCR




La genialidad de la democracia como sistema es que está basada en el valor de cada hombre, cada hombre vale una opinión, cada opinión es un voto, cada voto es un contrato de fe, fe depositada en alguien en quien cada uno ve como un reflejo de lo que le sugiere su propia imagen; es decir voto por aquel que me representa, y el con ese voto firma un contrato de representación conmigo, por el que está obligado a actuar de acuerdo a mi opinión y necesidad, razón por la cual lo voté.
Es un contrato donde acepto que alguien me represente ante el resto de la sociedad, porque su propuesta y sus ideas coinciden con mis convicciones personales, solo por está obligado a cumplir esa promesa de campaña que me identifica, y por la cual yo lo elegí.
Lo impresionante del sistema es que permite aunar, convertir en una todas las opiniones individuales expresadas en las urnas a través de la representación, y en esta circunstancia se establece que el representante adquiere una obligación, ya no solo conmigo, sino con todo un sector que se manifestó con su voto, favoreciendolo, y que lo obliga a cumplir con toda la comunidad, porque la voz del representante se unirá con otros, para aunar nuevamente y convertirse en una opinión generalizada de todo un sector de la población.
El político, como tal, es entonces un sujeto obligado a cumplir con una serie de premisas que el mismo propuso, e inclinó la balanza de las preferencias electorales a su favor.
La sociedad a partir de su elección, descansa en el representante, si el no cumple la sociedad decepcionada podrá elegir a otro; ahí es donde reside el principal problema, cuando la sociedad decepcionada, lejos de cambiar sus preferencias, abandona su estado de movilización y deja que las cosas simplemente transcurran, simplemente porque no tiene la posibilidad de elegir.
Por eso es bueno que la política ponga atención a todos los movimientos sociales, espontáneos o no, porque son el primer indicador de la necesidad de cambio, manifestada por la sociedad, los movimientos espontáneos surgen y pueden ser pasajeros porque expresan una opinión eventual, pero no es pasajero el reclamo; los movimientos más organizados delatan que existe una necesidad de cambio sostenida, y agravada en el tiempo, quizá mucho más antigua y analizada, que necesita de toda una organización social para poder hacer sentir esa necesidad.
Esto es todo un problema, porque la democracia es un sistema que obliga a la comunidad a ser responsable de su destino, y entonces al dejar hacer, la misma sociedad se convertirá de algún modo en cómplice y gestor de su propio fracaso, toda una paradoja.
 Es cierto que la sociedad es participe, pero no culpable del fracaso, sobre todo porque no tiene la capacidad de decidir más allá que lo que el sistema representativo le permite, y así asegura su indemnidad, su falta de culpa por el fracaso; pero el político si, el político tiene el deber de cumplir, lo obliga el contrato sellado con su elección, y no puede, ni debe, librarse de esta obligación ni de su responsabilidad.
Es genial, pero es imperfecta, la democracia es siempre perfectible; y eso también es genial, porque es un sistema que permite ser adecuado a los tiempos, y ser adecuado a los avances que se perciben en materia social, desde que existe la democracia republicana como sistema de gobierno, se ha avanzado lentamente, permanentemente, sin pausa, en su perfeccionamiento.
 Esto exige que la democracia como un sistema perfectible deba asegurar al ciudadano, mecanismos que le permitan que el representante, deba someterse siempre al juicio del pueblo expresado en las elecciones, y debe prever los mecanismos de legitimidad necesarios, para que el representante sea obligado a someterse al juicio de la voluntad popular.
 Hasta ahora ese ha sido un problema, que ha estancado al sistema, impidiendo que la renovación de los hombres de la política adquiera el dinamismo que se necesita, sobre todo con la velocidad que se producen los cambios en los comportamientos sociales, sobre todo alentados por los avances tecnológicos.
 En el seno de los partidos políticos, sobre todo en el nuestro, donde la Libre elección de los representantes ha sido una bandera, se hace caso omiso a este principio fundacional del partido, a través de eufemísticas listas de Unidad, aunque solo son listas únicas, que solamente aseguran la continuidad de los dirigentes, cómodamente instalados en sus puestos, eliminando así la necesidad de someterse a la voluntad popular.
 Lejos de perfeccionar el sistema, los partidos parecen haberlo atrasado lo suficiente, como para recrear una nueva forma de aristocracia, donde solamente están en condiciones de acceder a los espacios representativos aquellos que cuentan con medios suficientes como para poder asegurarse su publicidad personal, desde sus puestos de poder.
 Si a esto sumamos la posibilidad de la reelección sin condiciones, estamos permitiendo la creación de un nueva forma de aristocracia, que se sostiene en el poder, sin legitimarse dentro de los partidos políticos, a fuerza de impedir el juicio popular; Y esta nueva forma de aristocracia se ha convertido también, en una forma de poder sucesorio donde los hijos, suceden a sus padres, solamente por imperio de la descendencia, sin haberse presentado jamás a validar sus mandatos ante la sociedad.
 Empujada hacia fuera de la política, por estas conductas, la sociedad no tiene una representación cabal, o por lo menos no siente que la tiene, y no se identifica con ninguna propuesta, ni candidato, simplemente vota en contra de algo, o por nadie, y en el peor de los casos no vota. Y Con esta conducta se renuncia voluntariamente a ser representado, sin saber que eso no rompe el contrato electoral, sino que solo aliviana la responsabilidad del representante.
 La construcción de una nueva alternativa política dentro de la UCR, que sea atractiva para la sociedad, deberá tener en cuenta todo esto, asumiendo que el partido que debe ser el reaseguro de la democracia no apague las expresiones internas, suprimiendo la voluntad electoral de su gente.
Una propuesta política que enamore, debe ser discutida y analizada, y enriquecida con aquellos que surgen de la representación popular, no es con la sentencia ecuménica de un iluminado que se construyen las ideas y los partidos, sino con la voluntad de muchos que se confunden para construir un ideal.
 La política sirve para mejorar la vida de la gente, por sobre todas las cosas, y para organizar las sociedades, para que sus ciudadanos convivan en paz y armonía, dentro de los parámetros que la ley y la justicia fijan como guias para su desenvolvimiento, la democracia es el más imperfecto de todos los sistemas ideales, porque es trabajoso, implica acuerdos y discusiones generales para llegar a los fines, convierte al estado en una construcción de propiedad colectiva, donde todos las expresiones de una sociedad deben ser contenidas.
 La democracia es un medio, un transporte hacia la convivencia y el progreso social de una nación, en tanto que debe permitir que la discusión lejos de circunscribirse a un círculo experimentado, se amplíe cada vez más e incluya a un mayor número, que asegure su renovación permanente, que acompañe la necesidad de mejores oportunidades, derechos y garantías.
 Cuando la política no acompaña la evolución de la sociedad, surge el estancamiento político como practica permanente, y la participación pasa a estar en un plano secundario, es esto el motivo que hace que la propia sociedad busque fuera del sistema lo que el sistema no le da, que es la oportunidad de expresar su disconformidad, y satisfacer sus necesidades por otros medios diferentes a los que las instituciones les brindan.
 Los partidos políticos son la expresión orgánica de la ideología, una organización montada para competir políticamente y alcanzar el poder para cumplir los fines que su doctrina persigue, y en la carrera por conseguir alcanzar el poder, no puede soslayar que esa ideología que lo conduce, debe ser aplicada en lo interno, como una forma cabal de demostrar que lo que propone puede llevarse a cabo dentro de su organización.
 Todo esto parece una verdad de Perogrullo, o un discurso de tonto pero, sin embargo, la realidad de lo ocurrido con nuestro partido marca una verdad, inexcusable, la falta de democracia interna, y el no respetar la voluntad de los simpatizantes del radicalismo, quebró todos los contratos electorales y anula todas la representaciones de sus hombres, puesto que el no sometimiento a la sanción electoral invalida cualquier representación política que se esgrima, puesto que no tiene legitimidad en su origen, aunque se ajuste a una carta orgánica, sobre todo cuando esta se ha modificado de acuerdo a las conveniencias particulares de algunos dirigentes.
 El Radicalismo desde hace muchísimo tiempo ahogó la discusión interna, concretando listas únicas, en conversaciones de sectores que solamente se orientaron a mantener privilegios, poniendo por detrás su obligación de representar fielmente al ciudadano, el único resultado conseguido fue que desde 1983, se perdieran sufragios en cada elección.
 La eliminación de la obligación del 66%, para obtener una reelección fue el primer hito que marco que la renovación podía quedar estancada, no obstante eso, se continuó con esa política de unificar listas, para asegurar el cambio, sin que nada cambiase, se eliminaron las incompatibilidades y los cargos partidarios quedaron en manos de quienes ocupaban cargos públicos, sucesivamente se incorporaron modificaciones que permitieron cerrar el partido a la participación cada vez más.
 Hace unos años, antes que se produjera la debacle política, escuche a un dirigente entrerriano, que enarbolo alguna vez, la bandera del tercer movimiento histórico, decir que se debía tener un partido más chico con un padrón “manejable”, raro pensamiento para un dirigente de un partido que se reconoce asimismo como revolucionario, que se autoproclama como el abanderado de los desposeídos, que se encuentra dentro del espectro donde están los grandes partidos de masas.
 Esto es lo que ha provocado que la Unión Cívica Radical este en el lugar donde está, en la medida que no se reabra la Unión Cívica Radical a la participación, y que no se practique rigurosamente una política que garantice una permanente dinámica de renovación, no podremos hacer más aportes para el perfeccionamiento de nuestra democracia, porque no existiremos como partido.
Recuperemos la genialidad de la democracia, propongamos un nuevo contrato político que asegure a la sociedad que será posible que exista una política de clase, sino una política donde todos sin exclusión de ninguna especia, podamos ser partícipes de la renovación permanente que nuestro sistema político necesita.
 No creo ser original, ni me considero un hombre demasiado inteligente, solo reflexiono y escribo sobre aquellas cosas que son mis convicciones, tengo el sueño de vivir en un país normal, gobernado por políticos que todos los días trabajen para que integración e inclusión no sean solo una quimera, y creo en aquello que aprendí alguna vez, “la razón de ser de un estado es la felicidad de sus habitantes”, e intento trabajar para conseguirlo.