miércoles, 18 de diciembre de 2019

Etica y Política, la construcción del poder


Si hay algo que uno debe tener en política es una línea de pensamiento firme y auténtica, que además se sostenga en la vida personal.

La ética en el gobierno es el producto de la coherencia de conducta personal de los gobernantes a lo largo de su vida; la transparencia y la decencia de un gobierno es producto de hombres decentes y respetuosos de la ley. Un gobierno de democrático y auténticamente republicano nace de una actitud de tolerancia, solidaridad y apertura personal del gobernante.

Alguien que espera construir algo desde el poder político, debe asumir que el gobierno estará orientado por su propia conducta, y que no debe dejar que influencias negativas de su propio partido o de otros, provoquen cambios de dirección que perjudiquen al pueblo; los que actúan así no necesitan de un relato ficticio para ser reconocidos en el alma de los pueblos, solo hacen, por la sola satisfacción de haberlo hecho bien, y  solo por el bien común.

Es cierto que para gobernar no solo bastan las buenas intenciones, se necesita tener capacidad de gestión, pero esa capacidad de gestión deberá estar necesariamente acompañada de un actitud ética, no es cierto que se puedan hacer cosas de dudoso contenido moral  cuando el fin es bueno, los resultados quedan desvirtuados si los métodos y los procesos se encuentran viciados.

Lo único que un hombre puede dejar a sus hijos es el ejemplo de su conducta, y sus valores personales; en la política es igual, porque el mayor referente que tiene un pueblo en un gobierno republicano es su gobernante, elegido por el pueblo y desde el pueblo, y es aquel en el que el pueblo ve reflejadas sus aspiraciones y sus inquietudes, y su imagen representa aquello a lo que el hombre aspira.

Por eso es que esas formas, por lo menos sinuosas, de aquellos que nos dicen que cualquier alianza, con cualquiera, está bien para conseguir llegar al poder, sin analizar que habrán condicionado el efecto de  todo aquello que se planifica en pos del bien común, y delatan el carácter ambicioso del dirigente, y lo inescrupuloso de sus intenciones.

Nosotros como ciudadanos comunes tenemos el deber de involucrarnos, para impedir que lleguen al gobierno este tipo de hombres, debemos aprender de una vez que el poder del gobierno nace de nosotros mismos, y no de la voluntad de un gobernante, que somos origen y fin del ejercicio del poder y que este poder no puede perjudicarnos, sino que fueron puestos por nosotros en su lugar para resolver la cuestiones que hacen al común.

Artigas dijo alguna vez  "Mi voluntad emana de vosotros y cede ante vuestra presencia soberana", esto implica que existe una responsabilidad colectiva, que no podemos dejar de asumir, afirmando la supremacía de  la soberanía popular impidiendo cualquier avasallamiento, pero asumiendo la responsabilidad  de hacer aquello que sea necesario para mejorar la sociedad, haciéndonos cargo de la parte que nos corresponde como ciudadanos.

Nuestros dirigentes son producto de nosotros mismos, han sido educados de la misma forma, en las mismas escuelas, viven en nuestros mismo barrios, son consecuencia de los valores de una sociedad, y dependen de esta sociedad para gobernar, por eso esta sociedad debe asumir con madurez la parte que le toca, trabajando para mejorar aquellas cuestiones que constituyen los bienes sociales, la educación, sobre todo, pero también colaborando en la formación de las nuevas generaciones como hombres y mujeres responsables, que cuando deban asumir la tarea política reflejen realmente que son producto de una sociedad evolucionada, con valores, donde los preceptos de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que mantienen unida a las repúblicas se sostengan por mandato de la propia comunidad.

No nos engañemos, ni la antigüedad del ayuno, ni la intensidad de la fe, son condiciones necesarias para ser dirigente, la representatividad hace a los dirigentes, y esa representatividad nace del pueblo que se siente identificado con las ideas que sostiene, se ve reflejado en su conducta, y la medida de esa representatividad son las elecciones,  cuando se niega la posibilidad de elegir libremente, cuando se condiciona el voto por la aplicación de mecanismos clientelísticos, cuando se engaña escondiendo las verdaderas intenciones, cuando la discusión política se cierra y las soluciones solo se tratan entre grupos pequeños encerrados entre cuatro paredes, es porque en realidad lo que se busca es burlar la voluntad popular, detrás de un fin personal egoísta y ambicioso.

Por esto es importante que una dirigencia política esclarecida, que realmente represente las aspiraciones de la sociedad, superando las divisiones, elevando el espíritu, puesta a disposición de la sociedad, inicie un camino ascendente, pero este será un camino plagado de dificultades, si no se logra que los jóvenes, influidos por estas ideas, asuman la militancia como un método de esclarecimiento donde posiblemente las recompensas nunca lleguen, y no como una virtual agencia de empleo.

La situación actual nos ha puesto en un escenario donde, hacia dentro deberemos discutir el rol de la política, y los métodos más transparentes y efectivos para que podamos, hacia afuera ser verdaderamente representativos de la voluntad del pueblo.

Carlos Gowland