Si
hay algo que uno debe tener en política es una línea de pensamiento firme y
auténtica, que además se sostenga en la vida personal.
La
ética en el gobierno es el producto de la coherencia de conducta personal de
los gobernantes a lo largo de su vida; la transparencia y la decencia de un
gobierno es producto de hombres decentes y respetuosos de la ley. Un gobierno
de democrático y auténticamente republicano nace de una actitud de tolerancia,
solidaridad y apertura personal del gobernante.
Alguien
que espera construir algo desde el poder político, debe asumir que el gobierno
estará orientado por su propia conducta, y que no debe dejar que influencias
negativas de su propio partido o de otros, provoquen cambios de dirección que
perjudiquen al pueblo; los que actúan así no necesitan de un relato ficticio
para ser reconocidos en el alma de los pueblos, solo hacen, por la sola
satisfacción de haberlo hecho bien, y solo por el bien común.
Es
cierto que para gobernar no solo bastan las buenas intenciones, se necesita
tener capacidad de gestión, pero esa capacidad de gestión deberá estar
necesariamente acompañada de un actitud ética, no es cierto que se puedan hacer
cosas de dudoso contenido moral cuando
el fin es bueno, los resultados quedan desvirtuados si los métodos y los
procesos se encuentran viciados.
Lo
único que un hombre puede dejar a sus hijos es el ejemplo de su conducta, y sus
valores personales; en la política es igual, porque el mayor referente que
tiene un pueblo en un gobierno republicano es su gobernante, elegido por el
pueblo y desde el pueblo, y es aquel en el que el pueblo ve reflejadas sus
aspiraciones y sus inquietudes, y su imagen representa aquello a lo que el
hombre aspira.
Por
eso es que esas formas, por lo menos sinuosas, de aquellos que nos dicen que
cualquier alianza, con cualquiera, está bien para conseguir llegar al poder, sin
analizar que habrán condicionado el efecto de todo aquello que se planifica en pos del bien
común, y delatan el carácter ambicioso del dirigente, y lo inescrupuloso de sus
intenciones.
Nosotros
como ciudadanos comunes tenemos el deber de involucrarnos, para impedir que
lleguen al gobierno este tipo de hombres, debemos aprender de una vez que el
poder del gobierno nace de nosotros mismos, y no de la voluntad de un
gobernante, que somos origen y fin del ejercicio del poder y que este poder no
puede perjudicarnos, sino que fueron puestos por nosotros en su lugar para
resolver la cuestiones que hacen al común.
Artigas
dijo alguna vez "Mi voluntad emana
de vosotros y cede ante vuestra presencia soberana", esto implica que
existe una responsabilidad colectiva, que no podemos dejar de asumir, afirmando
la supremacía de la soberanía popular
impidiendo cualquier avasallamiento, pero asumiendo la responsabilidad de hacer aquello que sea necesario para
mejorar la sociedad, haciéndonos cargo de la parte que nos corresponde como
ciudadanos.
Nuestros
dirigentes son producto de nosotros mismos, han sido educados de la misma
forma, en las mismas escuelas, viven en nuestros mismo barrios, son
consecuencia de los valores de una sociedad, y dependen de esta sociedad para
gobernar, por eso esta sociedad debe asumir con madurez la parte que le toca,
trabajando para mejorar aquellas cuestiones que constituyen los bienes
sociales, la educación, sobre todo, pero también colaborando en la formación de
las nuevas generaciones como hombres y mujeres responsables, que cuando deban
asumir la tarea política reflejen realmente que son producto de una sociedad
evolucionada, con valores, donde los preceptos de Libertad, Igualdad y
Fraternidad, que mantienen unida a las repúblicas se sostengan por mandato de
la propia comunidad.
No
nos engañemos, ni la antigüedad del ayuno, ni la intensidad de la fe, son
condiciones necesarias para ser dirigente, la representatividad hace a los
dirigentes, y esa representatividad nace del pueblo que se siente identificado
con las ideas que sostiene, se ve reflejado en su conducta, y la medida de esa
representatividad son las elecciones, cuando se niega la posibilidad de elegir
libremente, cuando se condiciona el voto por la aplicación de mecanismos
clientelísticos, cuando se engaña escondiendo las verdaderas intenciones,
cuando la discusión política se cierra y las soluciones solo se tratan entre
grupos pequeños encerrados entre cuatro paredes, es porque en realidad lo que
se busca es burlar la voluntad popular, detrás de un fin personal egoísta y
ambicioso.
Por
esto es importante que una dirigencia política esclarecida, que realmente
represente las aspiraciones de la sociedad, superando las divisiones, elevando
el espíritu, puesta a disposición de la sociedad, inicie un camino ascendente,
pero este será un camino plagado de dificultades, si no se logra que los jóvenes,
influidos por estas ideas, asuman la militancia como un método de
esclarecimiento donde posiblemente las recompensas nunca lleguen, y no como una
virtual agencia de empleo.
La
situación actual nos ha puesto en un escenario donde, hacia dentro deberemos
discutir el rol de la política, y los métodos más transparentes y efectivos
para que podamos, hacia afuera ser verdaderamente representativos de la
voluntad del pueblo.
Carlos
Gowland