lunes, 7 de enero de 2013

El año de la Justicia


El año 2013 promete no solo será un año electoral, parece que va a ser tambien, el año de la Justicia, donde todos pondrán en tela de juicio el resultado de las acciones judiciales y el régimen intentara imponer su tan mentada “democratización de la Justicia”, que no sabemos muy bien de que se trata.

Posiblemente sea la elección de los jueces por el voto directo, o la creación de un sistema plebiscitario de las decisiones judiciales, o el sometimiento de las sentencias a “encuestas de opinión” para su confirmación , o la creación de tribunales populares, vaya a saber uno que idea tienen de la “Democratización de la Justicia”.

En un sistema de división de poderes, la justicia cumple el papel de equilibrar la balanza de poder, y ejercer el control constitucional del estado, es decir que vela por la constitucionalidad de la ley, y garantiza su correcta aplicación e interpretación. Tal es así que el derecho a la libertad se garantiza con el Habeas Corpus, o el derecho de los particulares ante los abusos por parte del estado, con el recurso de amparo, para no abundar en más explicaciones.

Hace años que la justicia en la argentina está en entredicho, sobre todo después que en los años 90 se avasalló el poder judicial, elevando el número de miembros para tener una justicia acorde con las necesidades del poder de ese entonces, sometiendo a la voluntad política de unos pocos miembros del parlamento el nombramiento de los magistrados, creando así un sistema perverso de designación que incorporo al poder judicial a hombres que, lejos de sostener el interés común por sobre todo, eran en muchos casos delegados del poder político, o de alguna empresas interesadas en obtener beneficios de la justica, cuyo compromiso con la ley y la sociedad de donde emergieron, no solo era mínimo sino inexistente, obviamente que no fue así en todos los casos, se dejaron pasar a algunos para no alertar tanto a la sociedad de  lo que ocurría.

La dudosa actuación, al frente de la comisión que confirmaba los pliegos, de un Senador de Catamarca que paseaba por las nubes de Úbeda, son la mejor demostración de lo que digo.

Es indudable que la designación de los actuales miembros de la corte, y la forma en la que se actuó, llenó de satisfacción, a muchos ciudadanos (como en mi caso), porque ponía una manto de transparencia, sobre lo que podía ser la administración de justicia en nuestro país; y aunque muchos alzaron su voz, porque según decían, implicaba que en los casos más resonantes se iba a imponer el interés del gobierno por sobre el de la nación; parece que no ha sido así, y los que antes atacaban a la corte hoy defienden a sus miembros, y quienes los defendían hoy los atacan, caso curioso, pero bien argentino.

Ante esa defección de los administradores de justicia hoy, se plantea esa democratización con una teatralidad que hace enrojecer al mejor director del teatro nacional.

El problema de fondo nace con esta práctica de designar jueces de acuerdo con el interés que se persigue, y como gran parte de la ley es manipulable a través de problemas procedimentales, escritos en códigos muchas veces confusos a la luz del hombre común, cuando no ininteligibles, pueden hacer aquello que les place de acuerdo con el interés del más poderoso involucrado en la controversia, escondiendo su parcialidad detrás de errores de procedimientos, desmereciendo la independencia de criterio con que los jueces deben conducirse, y olvidándose del supremo interés de la nación, que no es el interés del gobierno, sino el del pueblo que la conforma, destinatario final de todo acto de justicia.

Es Obvio, y no soy un inocente, que todo aquel que recurre a la justicia para resolver una cuestión lo hace en el nombre de un interés que ve afectado, de un derecho que considera avasallado, o de una propiedad que considera que ha sido violada; y por eso la posición independiente de un juez es primordial para la mejor resolución de las controversias, cuando esto no ocurre, cuando la balanza pierde el equilibrio es cuando la justicia cae en entredicho.

La verdad es que La justicia debe ser democratizada, pero no en la forma que el gobierno plantea, sino que se debe aplicar la constitución para hacerlo, consagrando definitivamente el juicio por jurados en la argentina, pero no sola para algunos delitos especiales, como el caso de Marita Verón, sino para todos los delitos complejos o no que deban ser sometidos a decisión judicial, incluyendo aquellas causa que involucren a funcionarios o representantes.

Esa es la única forma de democratización posible, porque un jurado compuesto por ciudadanos comunes “representa”, el pensamiento de la sociedad frente a determinadas cuestiones, y no permitiría que la libertad de un delincuente, por ejemplo, se esconda detrás de una serie de tecnicismos legales que muchos jueces atienden antes que el fondo de las cuestiones importantes que se deben debatir en el ámbito judicial.

Nadie mejor para decidir culpabilidad o inocencia que la propia ciudadanía, que no es cierto que no esté madura para hacerlo, puede ser que no conozca los vericuetos legales, pero no conozco a ningún ciudadano que no sepa que es lo que quiere de un sistema judicial, o cual debe ser el sentido que debe tener la justicia.

Hay muchas cuestiones sobre las que los ciudadanos deben poder decidir sobre culpabilidad o inocencia, desde las cuestiones de discriminación, los avasallamientos del poder, el mal desempeño de las funciones públicas, y los delitos complejos, si un pueblo estuvo maduro para que lo llevaran a una guerra, para soportar la más feroz represión que recuerda la historia, el despojo realizado a la nación por muchos de sus gobernantes, también está maduro para poder tomar decisiones cruciales para la vida en sociedad.

La única democratización de justicia posible es esa, no hay otra, porque de cualquier otra forma siempre veremos burlados los intereses de la nación, en manos de quienes ostentan mayor poder, descarada y desembozadamente.

Carlos Gowland